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“Puesta de Castilla” una fonda  en la céntrica Calle del Biombo -hoy calle 5 de Mayo-, atendía a los parroquianos de la ciudad.

17 de noviembre 2024

Surgida del pueblo, morena y de raza otomí, lejos de ser atractiva físicamente, esta mujer con el sombrero calado hasta las orejas y algunos los pelos al aire, se faja los pantalones como cualquier caballerango y sale volando con el botín del día en las alforjas. Después del asalto a una hacienda en Apapátaro, Leonarda con la mirada acerada, todavía encendida y fija en el horizonte, se encuentra a salvo junto con El Amito:

– No nos trajimos al viejo ricachón, pero conseguimos sacar dinero que tenía en una inocente cajita bajo su cama. ¿Viste cómo gemía la mujer? Seria, seca y sin festinar, ‘La Carambada’ le reclama:

– No te cubriste la cara y te burlaste de ellos, asustándolos. Te viste vulgar y feo. ¿Cuánto te trajiste?

– Bastantito, mira… tirando el botín sobre la mesa iluminada por un par de velas… creo que es la venta de la última cosecha de sorgo. Ella lo mira con malicia y con una sonrisilla le dice:

– ¿Estamos?

– ¡Estamos mi amor! responde aquél entusiasmado.

Puesta de Castilla” una fonda  en la céntrica Calle del Biombo -hoy calle 5 de Mayo-, atendía a los parroquianos de la ciudad.  Siendo la ‘La Carambada’ su administradora, en realidad era un lugar estratégico desde donde la bandida con el pretexto de servir a los demás, buscaba armonía interior, liberándola de sus pecados. Los más necesitados, acudían al final del día para recibir lo que ellos consideraban una bendición, al llenar en parte, los estómagos vacíos. Pero además, mañosamente ‘La Carambada’ lo tenía todo planeado, pues al platicar con algunos de estos menesterosos, se enteraba de las noticias o chismes de zutanos y perenganos, información que eventualmente le serviría para sus oscuros planes. Esta inteligencia nata en Leonarda, su abuela Francisca siempre se la reconoció como virtud: “Más vale que sea así y no una tonta dejada” se decía la abuela. Así, redondeando una imagen de inocencia, además de que le resultaba terapéutico, se sumaba el hecho de que a Leonarda le gustaba cocinar, cualidad que hacía que sus comensales salieran felices de su local. Ante la comunidad, todos justificaban la procedencia del dinero que lucía la propietaria al verla atender a clientes de todos sabores y colores. Era una actividad limpiecita, lejana de algunos aficiones nocturnas como el bailongo, el trago, los cantineros propios de un universo negro pero que además, manejaba con éxito.

Era martes, siendo casi las 6 de la tarde, cuando ocurren dos encuentros interesantísimos, mismos que hablan con claridad de lo polarizado de su vida. Siendo el mes de noviembre, la luz de día se extinguía tempranamente, Leonarda enciende unas velas en el local y se percata de que en una de las mesas estaban dos caballeros con pinta de distinguidos, en especial uno de ellos. Malintencionadamente se acerca a la mesa y les ofrece un café al remate de su comida.

– Mira Guillermo, ella es Leonarda, amiga mía y de quien te he platicado, dice atentamente Bernardino. A ella la conocemos como ‘La Carambada’ y la gente de por acá la quiere y respeta. Don Guillermo pone especial atención a la presencia de Leonarda, llamándole la atención el mota de la misma. El invitado decide sumarse al ambiente de cordialidad y se presenta

– Mucho gusto señorita, soy Guillermo Prieto, vengo de México, la capital del país y visito con mucha frecuencia Querétaro. Me pongo a sus pies. Mi interés es visitar San Juan del Río y en espacial la Hacienda de La Llave, que, como usted debe saber, son buenos criadores de caballos para los ejércitos de México y de nuestros vecinos del Norte.  Entusiasmado por el momento íntimo, remata diciendo que cuando escribe, se inspira en estos viajes que siendo de negocios, los combina con placer. Leonarda embelesada, escucha al visitante no sólo por la varonil voz, melosa, sino, además por lo pulido del lenguaje, destellos de una persona que viene del mundo de la política.

– Bernardino me habla de usted muy buenas cosas y de su amor por ayudar a los más necesitados, al igual de sus discrepancias con lo que hace y dice el Presidente Juárez, con quien mantengo una frecuente cercanía. Mire usted, se entiende que unos piensen de manera distinta al presidente Juárez, especialmente en esta convulsionada etapa de la vida en México. Yo amo a mi país, así como ustedes, pero como el mismo Benito me dice con frecuencia: Entre los individuos como entre las naciones: el respeto al derecho ajeno es la paz. Disentir no debe perturbar nuestros actos. Bernardino advirtió que el ambiente se tornaba serio e interrumpe: Leonarda es buena amazona, es hábil domando caballos, baila que es un gusto verla y con las cartas es buena jugadora. Prieto advierte las intencions de su amigo y dice

– Espero que usted me permita visitarla en otra ocasión. Estaré de regreso en unos tres a cuatro meses a esta bella ciudad, pues me gustaría poder charlar con más tiempo y amplitud. Le confieso que no soy muy buen jugador y mucho menos, bailarín. A mí lo que me apasiona es escribir, hablar y conocer gente nueva de calidad, así como usted, Doña Leonarda. Bernardino será nuestro enlace para entonces y espero comentar con usted las bondades de una presidencia como la de Juárez, quien se ha encargado de ponernos a todos de cabeza al romper paradigmas.

– Pos será un gusto señor Prieto. Nos encontraremos sin que surjan mortificaciones al hablar del que usté llama presidente. El arrojo y poca diplomacia de la muchacha encanta a Prieto.

– ¿Se les ofrece alguna otra cosita? Nomás quiero que prueben el postrecito que mi muchacha prepara con mucho amor, Apolonia – señalándola-.

– Gracias, acepto el dulce y me voy satisfecho -remata Don Guillermo-.

‘La Carambada’ se acercó a Apolonia y ordena los dos postres, advirtiendo que en un rincón de la cocina están sentadas dos mujeres. Una de ellas quiere hablar conmigo…. Si dice Apolonia. – Parecen como si fueran dos pollos comprados, remata Leonarda.  Es costumbre de su pueblo, Santiago Mexquititlán, ya sabes, el antiguo Pueblo de Indios de los rumbos de Amealco. – Siéntalas en la mesa aquella y ponte un mecherito pa´que nos aluce. Déjame nomás despedir a los señores. Con un dejo de malicia, Apolonia previene a su patrona: – Pero quita esa sonrisita mujer, no te abras, mantente en tu sitio. Cuidado y te vea así de sonriente y coqueta El Amito. – ¿Yo?…. ¿Yo?… soltando una risotada nerviosa y sonora.

En la mesita dispuesta se sentaron Chala (Bonita) y Shedy (Remolino), nombres otomíes. Chala era una mujer joven y a quien Apolonia le había dicho que su patrona la podría ayudar en el problema que la traía inquieta: Había que poner en orden al marido de la joven, siendo este muy bravo, celoso y golpeador. Chala quedó tuerta dos años atrás y gracias a una de las palizas propinadas por su hombre, quedando obligada no solo a cargar a sus tres hijos, sino ahora para esconder el rostro lastimado con el rebozo que no dejaba ni a sol ni a sombra. En un mismo martes del mes de noviembre, ‘La Carambada’ atendía dos asuntos de índole bien distinta.

 

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