9. Según la leyenda, en el Templo de San Francisco no se apareció un fantasma o un alma en pena, sino el mismo “diablo”. En el siglo XVIII, un ejemplar seminarista se enfrentó con el diablo en su pequeña celda, pues este le tentaba noche a noche a romper su voto de castidad con una mujer de la que se había enamorado. Al ver que no cedió, el diablo salió por un agujero de su habitación y lo llevó al infierno. Desde entonces, los gritos del seminarista se escuchan noche tras noche. El agujero permanece en el ex convento (hoy Museo Regional).