La adaptación no es ejercicio unívoco. Como todo procedimiento de diálogo conlleva un ir y volver de información por lo que adaptar es, a la vez, traducir, reescribir, reorganizar, reorientar y resignificar. Traducir porque se pasa de un género a otro y cada discurso defiende su autonomía. Reescribir porque en aras de respetar la autonomía discursiva del género, es preciso reelaborar los vacíos de significado que conlleva pasar de un discurso a otro. Reorganizar porque el relato que se cuenta en una obra cinematográfica no es necesariamente el mismo que el que se lee en una obra literaria, más allá del respeto por elementos puntuales como trama y personajes, por mencionar algunos. Reorientar porque la obra que es susceptible a la adaptación es fiel a su tiempo y el adaptador tiene que reorientar ese mensaje para ser fiel con su propio tiempo. Y, finalmente, resignificar, porque las premisas, aunque sobreviven en la obra, se resignifican con cada lectura.