Carlos Olguín
A unos días de ver una situación tan desgarradora como gente prefiriendo morir en el despegue de un avión de las fuerzas armadas de Estados Unidos que quedarse en su país, deberíamos de reflexionar qué recuerdos tienen o qué les motiva a tomar una decisión de esa naturaleza, porque aun los que lograron subir en el avión vienen a un futuro absolutamente incierto y no trajeron nada consigo nada, ni una identificación, dinero, etcétera.
Me parece importante destacar varias aristas de esta operación fallida del que hasta hoy sigue siendo el país más poderoso del mundo. La primera es que van varias ocupaciones que fracasan: Corea, Vietnam y ahora Afganistán, y que para el futuro el creer en la palabra de que siempre serán aliados y ofrecerán ayuda a quienes les ayudan es poco creíble; eso debilita mucho a esta potencia.
La segunda reflexión que me gustaría compartirles es el hecho de que queda demostrado que el imponer por la fuerza nunca termina bien. EUA tiene muchas cosas que ofrecer antes de balas; tiene las mejores universidades del mundo, una cultura bastante rica, infinita tecnología, entre muchas otras cosas que hubiesen funcionado mejor y hubieran costado mucho menos, tal como ocurrió cuando Roma conquistó a Grecia por las armas, pero Grecia terminó conquistando culturalmente a los romanos. Esto me recuerda la frase del Albert Einstein, quien decía que “la fuerza sin amor es energía gastada en vano”.
Por otro lado, estos hechos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre el tipo de sociedad en el que nos hemos convertido, una sociedad en la que solo nos importa nuestro bienestar en la individualidad y no en la colectividad. EUA lo demuestra dejando de lado a la gente que creyó en ellos. También lo hizo con las vacunas cuando no permitió que salieran hasta que ellos estuvieran vacunados, pero también lo hacemos nosotros cuando estamos vacunados; dejamos de usar el cubrebocas porque no nos importa que podamos seguir contagiando mientras a nosotros no nos pase nada.
Es curioso cómo en un época con tanta conectividad aparente, como la que dan las redes sociales, estamos en una época donde cada año se prescriben más y más antidepresivos, porque la soledad mata. Cuanto más envueltos estamos en la vida de nuestras parejas, amigos, familia y la sociedad, mejor nos sentimos. Esas relaciones demandan tiempo y cariño. Sin eso no podremos cambiar y eventos tan desgarradores como el que atestiguamos seguirán ocurriendo con una sociedad que solo contempla, pero no se involucra.
