No hay nada mejor que el arranque al 2016 con renovadas prácticas personales o que incidan favorablemente en uno mismo y en nuestros semejantes.
Los ejercicios que a continuación describo son promovidos y avalados por el Greater Good Science Center de la Universidad de Berkeley, California, y llevan como propósito acrecentar el bienestar integral del ser humano.
Lo que salió bien hoy. Generalmente, tendemos a quedarnos emocional y mentalmente atorados en las cosas desagradables de la vida. Al enfocarnos en lo negativo, dejamos de apreciar las pequeñas experiencias placenteras que suceden a nuestro alrededor. El procedimiento siguiente nos ayudará a revalorar las cosas buenas que tal vez hayamos desatendido.
Sería recomendable dedicarle 10 minutos diarios a esta actividad durante la siguiente semana: anota tres cosas que salieron bien durante el día y, por cada una, escribe la razón por la que tú crees que salió como querías. Puede tratarse de pequeños detalles que normalmente pasarías por alto; por ejemplo: ‘¡Me chulearon mi vestido en la oficina!’, o bien, sucesos de mayor relevancia: ‘Miss Martha nos felicitó a mí y a mi esposo por el buen comportamiento de Marianita desde que regresó de vacaciones’. Si deseas hacer de esta práctica un hábito permanente, anota al final de tu día las tres cosas buenas que te sucedieron.
Los expertos de la Universidad de Berkeley sugieren documentar de esta manera los tres acontecimientos positivos: Primer paso: Ponle nombre a la experiencia positiva (“En la junta de hoy propuse una idea que fue bien recibida”). Segundo paso: Escribe con el mayor detalle posible lo que sucedió, por ejemplo, de qué manera presentaste la idea y los comentarios elogiosos de tu jefe cuando terminaste de hablar. Tercer paso: Anota cómo te sentiste en ese momento y cómo te sientes ahora sobre tan feliz suceso. Cuarto paso: Indica por qué crees que pasó esto, por ejemplo, “pude hacer la propuesta gracias a que le he concedido mucha importancia a saber escuchar a mis clientes”. No te preocupes por el estilo de redacción, ya que se trata de un texto para tu exclusivo uso privado.
No somos tan diferentes. En tiempos inmemoriales, la pertenencia a una tribu era un requisito indispensable de supervivencia, ya que en soledad éramos incapaces de hacer frente a los numerosos peligros naturales. Esto originó en los seres humanos una propensión a buscar la compañía de aquellos que son como nosotros y la desconfianza o el rechazo hacia quienes no lo son.
Si bien en la época actual la globalización ha contribuido a atenuar las diferencias entre los grupos humanos, lo cierto es que estas siguen estando presentes, como lo demuestran fenómenos sociales tan nocivos como el racismo y otras formas de exclusión sistemática.
El ejercicio siguiente, que sería deseable practicar al menos una vez a la semana, nos ayudará a abrir nuestro corazón hacia el prójimo.
Primer paso: Piensa en una persona en tu vida que consideres que sea muy diferente a ti en muchos aspectos, ya sea en su manera de pensar, condición social, intereses o preferencias personales. Por lo mismo, es posible que tú y él o ella hayan tenido serias diferencias a causa de ello. Segundo paso: Toma nota de todas las cosas que tienes en común con dicho individuo, por ejemplo: somos paisanos, estuvimos juntos en la secundaria, formamos parte de un mismo partido político, trabajamos en la misma empresa, etc. Tercer paso: Repasa la lista con detenimiento y pregúntate: ¿me ha servido esta para visualizar a esta persona desde una óptica distinta?, ¿es posible que desde hoy pueda incorporar a la balanza todo aquello que nos une en vez de solo sopesar lo que nos divide?
Meditación compasiva. De acuerdo con los maestros espirituales, la compasión nos engrandece, pues nos permite proyectar amor y bondad hacia aquellos que lo necesitan. Cultivar esta virtud nos faculta a compartir nuestra felicidad y reducir los resentimientos.
Requerirás de 20 minutos de tu tiempo para este ejercicio. Dirígete a un lugar apacible y colócate en una posición cómoda, cierra los ojos y relájate, coloca en la pantalla de tu mente el rostro de alguna persona que conozcas, puede tratarse de un ser amado, un amigo, un conocido o inclusive algún adversario. En cada exhalación visualiza una luz dorada que emane de tu corazón hacia el de esta persona; dicha luz será portadora de tu amor, calidez y ternura. Finalmente, y siempre pensando en el beneficiario de tu compasión, repite con suavidad las frases siguientes: “Tuya es la felicidad… libérate del sufrimiento; tuyos son la paz y la alegría… alíviate de tu sufrimiento.” Dibujando una sonrisa en tu semblante, pronuncia estas palabras con profunda emoción. Al abrir los ojos, mantente en silencio y repasa cómo te sientes.
El lunes entrante, te compartiré más ejercicios como los anteriores, en el ánimo de imprimirle un sentido más profundo a tus buenos propósitos para este 2016.
(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa.