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Recién recibí este mensaje de una persona a quien mucho aprecio: “Raúl: Limpiando mi disco duro encontré aquel texto que escribiste y que alguna vez compartiste conmigo, y justo lo encuentro en un momento importante en mi vida…cuando más lo necesito”. Lector/lectora, el texto es el siguiente y sinceramente deseo que también esté llegando a … Leer más

13 de diciembre 2016

Recién recibí este mensaje de una persona a quien mucho aprecio: “Raúl: Limpiando mi disco duro encontré aquel texto que escribiste y que alguna vez compartiste conmigo, y justo lo encuentro en un momento importante en mi vida…cuando más lo necesito”. Lector/lectora, el texto es el siguiente y sinceramente deseo que también esté llegando a tus manos en el momento oportuno:

 HAZTE CARGO. Hazte cargo de la calidad de tu vida. De tu bienestar y satisfacción personal. De no dejar en el cajón del olvido tus sueños y tus ambiciones. De serle fiel a tu propia verdad al tiempo que honras y reconoces la verdad de los otros, sin perder de vista el sendero que conduce a la verdad eterna.

Hazte cargo de procurar la sabiduría de callar cuando sea más oportuno guardar silencio y de decir: “Ya basta” cuando resulte necesario marcarle el alto a quien haya que marcárselo. De honrar a aquellos que son menos privilegiados que tú en esta vida. De valorar a tus semejantes por encima del Internet, la televisión y todas las cosas. De no perder la capacidad de conmoverte ante el diario acontecer de la existencia. De ser más intuitivo y menos predecible y evitar así perder la conexión con el misterioso flujo de la vida.

Hazte cargo de no imponer tu voluntad a costa de la sumisión, obediencia o lealtad de quienes te rodean. De aprender a reír con abandono cada vez que sientas la tentación de juzgar con rostro grave y adusto. De mandar al demonio al resto de la humanidad cuando quieras darte el lujo de estar contigo mismo. De reconocer que una queja no es sino el berrinche improductivo cuando las cosas no salen a tu modo.

Hazte cargo de siempre dar sin esperar algo a cambio. De indagar qué esperan los demás de ti sin dejar de hacerles ver lo que tú esperas de ellos. De animarte a cometer anodinas locuras cuando busques evitar que la rutina te posea.

Hazte cargo de establecer contacto cotidiano con plantas, animales y otros prodigiosos seres de la creación. De hacerte al hábito de reciclar papel, vidrio, metal y otros materiales para contribuir puntualmente a la sanación de la Madre Tierra. De cifrar menos tu identidad en lo que tienes y más en lo que eres. De ejercitar tu mente, cuerpo y espíritu para mantenerlos en forma ante las vicisitudes de la vida. De que admitir ignorancia no es un síntoma de debilidad pero sí de grandeza 

Hazte cargo de recordar cada noche tus sueños y darte cuenta de cómo estos te abren la puerta a realidades paralelas. De preguntarte a través de qué acciones podrías hacer del mundo un lugar mejor para las nuevas generaciones.

Hazte cargo de rodearte de amigos que no teman hacerte ver tus errores. De ponerle alto a aquellas relaciones destructivas en tu vida. De compartir lo que posees, sea esto amor, conocimientos, experiencia o bienes materiales. De no dejarte envenenar por envidias o rencores. De no rechazar a uno solo de tus semejantes por pertenecer a la raza, condición social, género, edad, o religión “equivocada”.

Hazte cargo de no dejar de asombrarte ante la maravilla indescriptible de los pequeños milagros de la vida diaria. De tener la humildad de reconocer cuándo estás equivocado. De confiar en tus fortalezas sin dejar de reconocer tus debilidades.

Hazte cargo de, cuando llegue el momento, dar una satisfactoria respuesta a San Pedro cuando este te pida una buena razón para abrirte las puertas del cielo De que aquello de lo que no te hagas cargo en tu vida acabará por enfermarte. De interesarte por las metas y ambiciones de los demás.

Hazte cargo de nunca dejar de hacer aquello que le da sentido a tu vida, por pequeño que sea. De ufanarte con sencillez de tus éxitos y mostrarte dispuesto a aprender con humildad de tus fracasos. De dejar profunda huella en aquellos que hayan tenido la fortuna de cruzarse en tu camino. De admirar por igual el entusiasmo y frescura de los jóvenes y la sabiduría y grandeza de los viejos.

Hazte cargo de no convertirte en cómplice de abusos y traiciones. De pedir ayuda cada vez que la necesites. De agradecerle a tus enemigos la oportunidad que te dan de poner a prueba tus talentos y capacidades. De darte cuenta de que si te quieres a ti mismo te resultará más fácil abrir tus brazos a los otros.

Hazte cargo de decidir qué rol quieres jugar en la puesta en escena de tu vida: ¿villano, víctima, héroe, protagonista o actor secundario? De definir cómo te gustaría ser recordado: ¿con admiración y respeto o con resentimientos y encono?

Hazte cargo, pues, de agarrar al toro por los cuernos y enfrentar con decisión los retos que se te plantean. De agradecer con humildad lo que tienes y, sobre todo, de valorar las infinitas posibilidades que el universo amoroso pone en tus manos.

Raúl González Pinto, Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa

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