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Amado López Guerra Profesor e ingeniero. Cuenta con posgrado en Ciencias de la Educación y un diplomado en Administración Educativa. Su carrera comenzó hace casi 50 años. Pertenece a la tercera generación de docentes en su familia. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, nuestra ley suprema, deposita en el Gobierno el deber de … Leer más

31 de agosto 2017

Amado López Guerra

Profesor e ingeniero. Cuenta con posgrado en Ciencias de la Educación y un diplomado en Administración Educativa. Su carrera comenzó hace casi 50 años. Pertenece a la tercera generación de docentes en su familia.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, nuestra ley suprema, deposita en el Gobierno el deber de educar a la sociedad.

Pero el Estado no lo hace bien, porque no puede o no quiere.

Debemos superar el engaño y la demagogia oficial, y prepararnos para caminar solos con nuestros descendientes en la búsqueda del aprendizaje.

Entre menos cosas depositemos en el paternalismo, más pronto vendrá nuestra redención y la salvación de la patria.

Es difícil creer en un gobierno que hoy nos dice que la reforma educativa es una realidad, cuando hace unas semanas nos decía que esta tardará en implantarse al menos 10 años.

No es confiable la poesía pedagógica de los escritos, si detrás de ellos está la ley represora que llevó, en los últimos días, al cese a miles de maestros, entre ellos más de 150 profesores queretanos, por no aceptar la sumisión ni adecuarse a las premisas de una ley que, al parecer, fue concebida y aplicada por personas a las que no les interesa ni entienden la verdadera educación y, por lo mismo, no saben qué hacer con ella.

Si esos maestros agredieron a sus alumnos o si no se presentaron a trabajar, que les apliquen la ley, pero si no es así, estamos frente un acto de control y represión.

Así no se va a mejorar la educación.

Por las malas políticas educativas somos un país de analfabetas funcionales, personas que saben leer y escribir, pero que no leen ni escriben.

Por lo mismo, no entienden lo que leen y quien no entiende lo que lee tampoco entiende lo que escucha.

Si las cosas no cambian, para allá van nuestros hijos y nietos.

Los jóvenes nos han dado el ejemplo de aprender muchas cosas solos.

Su afición por la tecnología nos muestra lo relativamente fácil que es andar por la senda del aprendizaje por nosotros mismos.

Este es su mundo y nosotros somos sus invitados.

Es hora de emprender la marcha solos.

Que no ayuden, pero que tampoco estorben.

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