No tengo idea de qué tan bien se desempeñará Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) como congresista, pero su elección ya tiene un propósito valioso. Verán: la sola idea de tener a una mujer joven, que no es blanca, articulada ni telegénica tiene enloquecidos a muchos en la derecha, y en su locura no se dan cuenta de que se revelan tal como son.
Algunas revelaciones son culturales: la histeria por un video de AOC bailando en la universidad dice montones, no sobre ella, sino sobre los histéricos. Sin embargo, en ciertos sentidos las revelaciones más importantes son intelectuales: la denuncia que hace la derecha de las ideas políticas “descabelladas” de AOC nos ayuda bastante bien a recordar quiénes son los locos en realidad.
La controversia del momento se trata de que AOC está a favor de un impuesto de entre 70 y 80 por ciento para los que más ganan, lo cual es evidentemente una insensatez, ¿no? Digo, ¿quién cree que eso tiene sentido? Solo ignorantes como… este, Peter Diamond, premio Nobel de Economía y, se podría decir, el máximo experto en finanzas públicas en el mundo (aunque los republicanos le impidieron tener un nombramiento en el Consejo de la Reserva Federal con el argumento de que no estaba calificado. En serio…). Además, es una política que nadie había implementado, además de… Estados Unidos, durante 35 años después de la Segunda Guerra Mundial, incluido el periodo más exitoso de crecimiento económico de nuestra historia.
Para ser más específico, Diamond, en colaboración con Emmanuel Saez –uno de nuestros principales expertos en desigualdad–, calculó que la tasa fiscal óptima era de un 73 por ciento. Algunos dijeron que era más alta: Christina Romer, una importante macroeconomista y exdirectora del Consejo de Asesores Económicos del presidente Barack Obama, estima que debería estar por encima de 80 por ciento.
¿De dónde salen estos números? El análisis de Diamond-Saez se basa en dos supuestos: disminuir la utilidad marginal y los mercados competitivos.