Para muchos Justin Trudeau, el rockstar Primer Ministro Canadiense, representa la cara de una nueva y mejor manera de hacer política… joven, de centro izquierda, altamente educado, honesto, comprometido con la lucha al cambio climático, brutalmente carismático, incluyente de las minorías, respetuoso de los derechos humanos y del derecho internacional, firme frente al Presidente Trump, humano frente a las crisis de migrantes, etc, etc. En fin, un estuche de monerías que parecía invencible en el plano político hasta hace algunos meses, pero…
Parece que, solito, se auto-infligió una herida que, si bien talvez no sea mortal, parece que si lo dejará en estatus de cuidado intensivo político. ¿Pues qué pasó? La crisis deriva de una presumida (e indebida) intercesión a favor de un poderoso grupo industrial, SNC-Lavalin Group Inc., basado en Montreal que era objeto de diversas acusaciones criminales derivadas de presuntos actos de corrupción en el extranjero. Presuntamente Trudeau presionó a la ministra de justicia encargada del caso para que dejara ir el caso o, al menos, suavizara las sanciones que aplicarían al grupo y, cuando ésta no cedió, fue removida de su cargo.
La resolución de este escándalo es muy importante por varias razones. La primera, porque puede directamente afectar quien sea el siguiente líder de Canadá, uno de nuestros socios comerciales más importantes. Segunda, porque reflejaría que el nuevo talón de Aquiles de los líderes carismáticos, no es tanto la corrupción en su forma burda de robo de recursos de las arcas nacionales, sin en sus formas más obscuras y complejas de obstrucción de justicia y tráfico de influencias. Tercero porque, de confirmarse las acusaciones, sería un descrédito internacional muy importante para Canadá quien firmo la Convención Anticorrupción de la OECD y se obligó a castigar a sus compañías nacionales que realizan actos de corrupción en el extranjero, sin dejar que temas como las identidades y relevancia de las compañías o la afectación al interés nacional tuvieran influencia sobre los procesos judiciales. Habrá que estar atentos para ver como el resultado de este tema afecta nuestra relación bilateral con Canadá y para entender que, ni aún un mesías local, carismático e idolatrado por muchos, puede estar por encima de la ley, me canso ganso…
Pal gordito… Cualquiera que se proclame como amante del Sushi tiene que darse una vueltecita por el Rokai en CDMX, ¡es como un pequeño Tokio culinario traído a tierras aztecas!