Desde el siglo XVIII que la fiesta de los toros va tomando cierta forma hasta llegar a tal y cual la conocemos, ha sufrido un sin número de cambios en toda su forma producto de esa evolución que a través de los siglos el ser humano ha propiciado.
El Toro de Lidia como “materia prima”, como “Rey de la fiesta”, como “eje principal en un festejo taurino”, o como lo quieran llamar, no ha sido la excepción. Del tipo de toro al que se enfrentaron personajes ilustres dentro de la tauromaquia como Francisco y Pedro Romero, Pepe-Hillo y Costillares no queda gran cosa. Recordemos que en un principio, el toreo se basó más en defenderse de las furiosas embestidas y arreones de los bureles para de alguna manera mostrar sus facultades tanto en la “Suerte de Varas” como en la actualmente menospreciada “Suerte Suprema”.
En los tiempos actuales, el fenotipo y genotipo del toro de lidia es muy diferente a los de los antes citados, por ende, el resultado que podemos apreciar en un albero tampoco es el mismo.
Hoy en día, las faenas que de alguna manera queremos ver y esperamos cada festejo ansiosamente en el tendido, están basadas en una materia prima ex profesa para apreciar un toreo más estético, más acompasado, con suavidad, como si se toreara de salón. Sin embargo, esto tiene su precio, y la fiesta, en lo general, creo que lo está pagando, al ver tardes de toros con carteles de los llamados “rematados” con una ganadería de renombre y los tendidos muy poco poblados, todo ello al carecer de un factor esencial en el toro de lidia, la transmisión. Recordemos la faena en la Feria de Zaragoza de manos del maestro Enrique Ponce, una faena llena de técnica, de plasticidad y de mucho arte, haciendo ver esa tarde mejor a “Fabricante” de Juan Pedro Domeq, mucho mejor de lo que realmente era.
Las condiciones del toro de lidia actual son diferentes debido a los requerimientos de la fiesta en sí y de los mismos diestros llamados “figuras”. Es por ello que el papel que juegan los ganaderos en la actualidad, es de suma importancia, ya que en esa llamada “alquimia taurina”, deberán de poner a prueba sus muchos conocimientos y afición a fin de desarrollar un toro que no sea ni toda bravura y raza, ni toda sumisión y nobleza. Situación complicada sin duda, pero que deberá de ser desarrollada a fin de que la fiesta de los toros mantenga ese interés y por ende asegurar su futuro.