Una vez que llegamos al área donde se coloca el equipo de bioseguridad, las enfermeras que asisten en esa zona, una vez más nos hicieron sentir bienvenidos
Andrés Juárez
Este 25 de diciembre he visto varias publicaciones de mis contactos en redes sociales acerca de cómo fue su navidad virtual, algunos lamentando no poder estar físicamente junto a sus seres queridos, otros dando gracias a Dios de estar completos, aunque sea a la distancia.
Hoy les quiero contar cómo fue nuestra navidad virtual, no con la intención de generar “likes”, y mucho menos de recibir un reconocimiento, quienes me conocen saben que no es mi estilo. Lo que busco es lograr sensibilizar al menos a una persona, ya con eso me daré como dicen por ahí…”por bien servido”. Así que si tienes cinco minutos sigue leyendo…
Ayer por la tarde cuatro voluntari@s y yo, llegamos al Hospital General Regional #2 del IMSS en Querétaro, es un hospital 100 por ciento COVID. El motivo de nuestra visita era poner en marcha el programa “Llamadas de Aliento”, el cual llevábamos dos meses preparando, gestionando fondos para su implementación y tocando puertas para poder llevarlo a cabo.
Tal vez el nombre les dé una idea de lo que se trata, y las imágenes hablan por sí mismas, pero les aseguro que se quedan cortas con la experiencia vivida en la víspera.
Por alguna razón íbamos muy entusiasmados, también nerviosos y creo que eso superó el miedo de entrar a una zona con millones del tan temido virus SARS-Cov-2, circulando en un lugar lleno de personas sanas y enfermas, buscando una nariz o una boca por dónde meterse y comenzar a reproducirse, a causar daño.
Fuimos recibidos por la responsable del área de Trabajo Social del hospital, vaya recibimiento, sinceramente no lo esperaba, una persona muy amable y sobre todo consciente de que el motivo de nuestra presencia era sumar a la causa con la que llevan meses peleando, mi agradecimiento a la licenciada Guadalupe Martínez y a su equipo de trabajo.
Una vez que llegamos al área donde se coloca el equipo de bioseguridad, las enfermeras que asisten en esa zona, una vez más nos hicieron sentir bienvenidos, nos apoyaron en todo y se congratularon al conocer nuestra intención de entrar al área COVID, lugar de tantas historias que se han escrito estos meses de pandemia, algunas con finales felices, otras con desenlaces nada alentadores.
Una vez equipados y después de verificar que todos lo habíamos hecho correctamente, por fin llegó el momento; cruzar la puerta que transita de la tensa calma al mundo COVID. Quizá algunos nos hayamos imaginado lo que sucede en ese lugar, pero cualquier idea que llegue a nuestra mente se queda lejos de la realidad.
Lo primero en percibir mis oídos al cruzar la puerta es él sonido que emiten decenas de ventiladores y monitores de signos vitales…”bip” “bip” “tu tu tu” “bip” “tu tu tu” “bip”, apenas lo supera el ruido de mi respiración dentro de la mascarilla.
Mujeres y hombres con bata azul (los llamaré “los de azul”), mascarillas, googles, caretas, guantes, etc; caminan de un lado a otro sin parar, algunos nos voltean a ver extrañados, otros siguen de largo, al parecer su mente está enfocada en el siguiente paciente que van a ver, quizá otros están pensando que ya faltan pocas horas para salir del mundo COVID.