Su baja inversión es otro punto importante por el que el teleférico se ha convertido en una opción para las ciudades
Hugo Salvatierra
Algunas ciudades de Latinoamérica han encontrado en el teleférico una forma para movilizar masivamente a las personas que viven en las áreas de difícil acceso. Este es el caso de Cali y Medellín, en Colombia; Santo Domingo, en República Dominicana; y Amazonas, en Perú. En México, el municipio de Ecatepec y la alcaldía Gustavo A. Madero también cuentan con uno.
De inicio, este sistema de transporte ha ayudado a que los habitantes dejen de hacer el recorrido por pequeñas calles inclinadas y en pequeñas camionetas que ofrecen un servicio precario, además de que sobrepasan el número de pasajeros para el que fueron diseñadas. Esto, sin tomar en cuenta el riesgo de ser asaltados.
Por ejemplo, el Mexicable, ubicado en Ecatepec, Estado de México, permite que 3 mil usuarios por hora-sentido recorran un trayecto de 4.9 kilómetros en un tiempo de 19 minutos. Esto ocurre gracias a su infraestructura de 36 postes de línea y 185 cabinas con cupo para 10 personas.
Su baja inversión es otro punto importante por el que el teleférico se ha convertido en una opción para las ciudades. Para muestra, en febrero de 2019 el Gobierno de la Ciudad de México dio a conocer que con 11 mil 562 millones de pesos construiría cuatro líneas. De hecho, ya está en funcionamiento un tramo de la primera, que va de Cuautepec a Indios Verdes (al norte), costará 2 mil 925 millones de pesos y tendrá 9.2 kilómetros.
Además de dar un transporte eficiente y digno, el teleférico permite elevar la calidad de vida de las personas, como ocurre en Medellín, donde a los alrededores o en parte de las estaciones hay espacios recreativos, centros comunitarios y clínicas. Esto, sin dejar de lado los programas sociales que se imparten para generar cultura.
El teleférico ha demostrado ser una opción. Ahora es tiempo de evaluar su uso en otros sitios de las ciudades, como los centros financieros y las zonas de corporativos. ¿Por qué no?