Es ahora que me siento unos segundos frente a un monitor y con unos audífonos en los oídos, me dejo llevar al sonar de una canción
Lisandro Meza
Y es así que nos volvemos a encontrar estimado lector, en una nueva edición dentro de este honorable medio de comunicación, una semana adicional bendita por Dios, que me permite entrar en sus hogares y espero deseoso en sus charlas de sobremesa y/o en momentos de reflexión.
Para el día de hoy me gustaría dirigir su atención en aquel sutil y sublime arte que evoca las sensaciones más primitivas y profundas del ser humano, que, a través de un vaivén armónico se producen sutiles pero vibrantes impulsos reflejados en las plantas de los pies y las portentosas extremidades; melodías coloridas que nos conectan con fuertes palpitares que bañan el alma y cuerpo entero en amor, pasión y belleza.
Es ahora que me siento unos segundos frente a un monitor y con unos audífonos en los oídos, me dejo llevar al sonar de una canción, es en este momento que reconozco la música que tanto adoraba mi madre, creadora y cómplice del amor, es ahora que siento en lo más profundo de mi ser, esa sensación cálida que inunda de belleza mis adentros; interpreto, sueño y agradezco el tocar de esa guitarra flamenca y el tono de voz rasposa del artista, por ese motivo tan grande que solo en ella encontré.
Espero que en algún momento todo ese sentir que llevo por dentro, llegue a tus adentros y como diría el noble intérprete, cuando ya no pueda más, voy a salir a volar e iré a buscarte para encontrarnos nuevamente; por mientras, te recordaré y te tendré en lo más íntimo de mi universo, pues por ti es que aprendí a escuchar, gozar y disfrutar la música del alma y la maravilla que trae consigo la prosa y el verso enmarcados en composiciones vivificantes.