La integridad de los proyectos, así como su ejecución, a veces cumplen tiempos políticos sobre tiempos orgánicos
Jorge Roberto Javier Tortajada
@ConsejoUrbanQro
Eventos recientes nos ponen a pensar acerca de la infraestructura urbana, de cómo se desarrolla y, al final del proceso, cómo se mantiene. Cada día utilizamos, transitamos y vivimos distintas obras de infraestructura y aceptamos con fe ciega que dichos elementos son seguros e incluso perpetuos. Quizás estamos tan acostumbrados a que la obra pública es tan sólida que se nos olvida que su verdadera permanencia radica en su mantenimiento.
Hemos visto pasar la aplicación de pinturas, recubrimientos, ampliaciones, trazos nuevos y en menor medida, refuerzos de la infraestructura de nuestra ciudad. Pero no solo es tema local; recordemos el caso trágico del derrumbe del puente Morandi en Italia. La integridad de los proyectos, así como su ejecución, a veces cumplen tiempos políticos sobre tiempos orgánicos. Son tantas las necesidades de generar nuevas soluciones (o grandes espacios de oportunidad) que la prisa se hace pesar cada vez más.
Dicen que es bueno aprender en cabeza ajena, y que es mejor determinar cuál es la mejor solución, pero desde antes de ejecutar. Se ha comentado varias veces todo lo que se puede hacer por el transporte público y por los espacios urbanos multitudinarios como parques y plazas, ya que obedecen a un bien común. Pues bien, es momento de entender que la infraestructura es parte medular de la ciudad y que el tener un diagnóstico de ella constantemente ayuda a prevenir accidentes. Prioricemos las soluciones a largo plazo, que son apolíticas y transexenales.