Sergio Arellano/Asesor en Derechos Humanos
@siarellano5
Es indispensable la labor de un asesor jurídico en la vida cotidiana. Desde arreglar el juicio testamentario por las tierras de la abuela hasta un modelo de prevención para que una empresa no incurra en supuestos legales que pudieran afectar su operación. En los últimos años, se ha malentendido la función del abogado en razón de que nos asocian con pleitos y disputas legales acompañadas de un enorme cheque por concepto de honorarios; si hacemos memoria, los grandes tomadores de decisiones en México, tenían una formación apegada a la abogacía por las grandes bondades que conlleva como el estudio y la actualización constante.
Al día de hoy puedo comentar, estimada o estimado lector, que muchos profesionistas del gremio han optado tácticas gangsteriles que promueven alternativas fuera de lo convencional, cayendo en lo inmoral e ilusorio con el cliente que necesita resolver un problema; recomendando hacerle la vida imposible al contrario con recursos sin pies ni cabeza.
Lejos de esta postura, las técnicas de negociación que requiere un jurista inmerso en la sociedad que vivimos, son alineadas con los mecanismos alternos de solución de controversias en donde se judicialice una mínima porción de los asuntos y que tenga un amplio bagaje sobre la importancia de los derechos fundamentales al celebrar acuerdos o convenios pongan fin a un procedimiento.
El gremio legalista tiene que tomar en consideración una serie de herramientas de comunicación efectiva para construir puentes, buscar acercamientos con la contraparte y aconsejar acertadamente a sus representados que, posiblemente, siguen con el coraje de lo que les pudo haber pasado, no obstante, se tiene que pensar con estrategia y sabiduría. Lo más sensato en dichos instantes es rodearse de ideas positivas que beneficien a los involucrados, así como escenarios proactivos y una asesoría jurídica que se empalme con estos principios.