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Fotoperiodismo es opacado cada vez más por Instagram

El talento de los capturadores de momentos está lleno de obstáculos porque ya no les permiten registrar lo que se vive en los hospitales, las morgues y los asilos David Jiménez/ Buzzoid.com Una familia se acercó al borde de un acantilado de la costa genovesa para tomar una foto de la puesta del sol, pero … Leer más

El talento de los capturadores de momentos está lleno de obstáculos porque ya no les permiten registrar lo que se vive en los hospitales, las morgues y los asilos

David Jiménez/ Buzzoid.com

Una familia se acercó al borde de un acantilado de la costa genovesa para tomar una foto de la puesta del sol, pero ninguna parecía agradarles o ser instagrameable.

Mientras el papá se agachaba buscando un mejor ángulo, la madre estiró los brazos y asomó a su bebé por el precipicio: “¿Qué tal ahora?”

Por unos segundos, los presentes aguantamos la respiración. La probabilidad de que el niño se resbalara de las manos de su madre existía ¿Valía la pena el riesgo por una foto?

Instagram cumple diez años. Más de mil millones de personas utilizan la red social y, aunque no todos asomamos bebés por acantilados en busca de un like, nuestro deseo natural por gustar a los demás, multiplicado por cientos de millones de personas, ha convertido lo que empezó como una distracción en una gran distorsión.

El mundo vive una gran pandemia con economías arruinadas, y nadie lo diría viendo Instagram.

En España, las imágenes de diversión, playas, vacaciones y entretenimiento acompañaron el final del primer confinamiento de junio y dieron una falsa sensación de que todo terminó.

El ex reportero de guerra y novelista español Arturo Pérez-Reverte atribuía en agosto el descontrol de la segunda ola en España a que los ciudadanos no vimos suficientes muertos y, auto engañados, acabamos protestando porque “no nos dejan bailar en las discotecas”.

Mientras Instagram hacía su magia, atrapandonos en su mundo ideal, los pocos medios españoles que publicaron duras imágenes de la pandemia fueron criticados. Su mensaje parecía ser: “No estropee con la realidad el universo donde los muertos son un número”.

Nada nuevo: quienes ejercemos el periodismo desde antes de las redes sociales venimos detectando una intolerancia a la exposición de las fealdades del mundo.
Como si, al taparnos los ojos, la parte trágica de la vida dejara de estar ahí. La experiencia muestra que sucede lo contrario: el engaño solo aumenta la indiferencia hacia quienes la sufren.

Impulso a la economía causará más pobreza

Muchos medios españoles siguen siendo reticentes a contrarrestar las falsas percepciones de normalidad con una información cruda y más cercana al momento.
Por eso, el fotoperiodismo nunca ha sido tan importante como ahora, cuando compite con la realidad ficticia que millones de fotógrafos amateurs muestran cada día en sus redes sociales.

Así como la utilización de herramientas digitales para manipular la verdad por los poderes y la dificultad de captar la atención de una audiencia con mucha información difícil de procesar.

La contradicción es que ese vacío ha coincidido con la mejor generación de reporteros gráficos que ha tenido España. Su talento para transmitir el drama humano, se ha visto obstaculizado en su propio país por el empeño de autoridades en restringir a los medios el acceso a hospitales, morgues o residencias de ancianos, donde hay más de 20 mil muertos.

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