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Ignacio López Tarso: Quién es y porque es la leyenda de la actuación

Uno de los momentos más destacados al comienzo de su trayectoria actoral ocurrió a finales de los años 40 en un escenario inmejorable

Ignacio López López dedicó su vida a la actuación. Pero este apellido, con el que fue registrado al nacer, no lo caracterizó en los sets de grabación y en los escenarios; Tarso, con el que se volvió conocido, lo tomó de la ciudad de origen del apóstol San Pablo, a raíz de la recomendación de uno de sus grandes maestros,  Xavier Villaurrutia.

La relación amistosa que sostuvieron el actor y el destacado poeta y dramaturgo es una muestra de la experiencia y trascendencia que el recién fallecido tuvo en el panorama cultural del país.

Ignacio López Tarso nació el 15 de enero de 1925 en una vivienda cercana al templo religioso más grande del país, la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México. Aunque en su infancia cambió varias veces de residencia debido al trabajo de su padre, Alfonso López, un empleado del servicio de correos.

Seminarista, militar y bracero

Con Ignacio en plena adolescencia, la familia López López (su mamá se llamaba Ignacia López) se asentó en Valle de Bravo, que en ese entonces no era un sitio turístico, sino todo lo contrario.

“A los 12 años vivía en Valle de Bravo, que entonces era un pueblo metido en la sierra, y de Toluca a allá se hacían ocho horas, no había carretera; ahí hice la secundaria, era todo lo que había, por eso después fui al Seminario de Temascalcingo y participé en una obra de teatro que hicimos para el pueblo. A los 18 años me dijeron que ya no podía seguir, porque no tenía vocación, y le dije a mi mamá: ‘Es lo que yo te había dicho’, porque ella era la más entusiasmada en que fuera sacerdote”, contó.

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​Tras su desafortunada experiencia como religioso y con la mayoría de edad recién cumplidada, decidió realizar el servicio militar; Ignacio estuvo un largo periodo de tiempo en cuarteles y regimientos de varios estados del país, hasta que alcanzó el grado de Sargento Primero. Pero cuando le ofrecieron desarrollar formalmente la carrera en el ejército, declinó y decidió probar suerte en  Estados Unidos.

“Me fui de bracero; fui a Merced, California, ahí me caí de un árbol de una altura de ocho metros, me fracturé la espina vertebral; desperté en el hospital. (…) Al mes y medio me dieron 20 dólares, me pusieron un corsé de yeso y me regresaron a México en un tren de tercera clase”, señaló.

Su llegada a la actuación

​López Tarso comenzó su carrera actoral gracias a Villaurrutia, pues tras haber leído un libro del poeta, el entonces joven de 23 años decidió conocerlo y acudió al taller teatral que daba en Bellas Artes

“Entré a su salón, voltea, me ve y me dice: ‘¿Tú qué?’, ‘Traigo su libro para que me lo firme’, ‘Déjalo ahí’, y nunca me lo firmó. ‘¿Qué haces?’, me preguntó. ‘No tengo nada qué hacer’, respondí. ‘Entonces quédate y luego me dices si te interesa'”, relató Tarso sobre el primer contacto con el que fue  uno de sus grandes mentores.

“Sus alumnos se ponían celos de mí porque me ponía más atención y así llegué al teatro”, añadió, aunque también reveló que su primer maestro nunca lo vio trabajar profesionalmente. Aunque posteriormente fue instruido por Salvador Novo, Clementina Otero, Celestino Gorostiza, André Moreau, Seki Sano, Fernando Wagner y  Fernando Torre Lapham.

Uno de los momentos más destacados al comienzo de su trayectoria actoral ocurrió a finales de los años 40 en un escenario inmejorable: Bellas Artes, en el papel protagónico de Macbeth, con Isabela Corona como Lady Macbeth.

“Cuando terminó (la obra), la gente gritó: ¡López Tarso!, ¡López Tarso! El cine me gusta también, en 1960 Hollywood, por primera vez, anunció la categoría de la Mejor Película Extranjera y Macario, una película que me llegó por casualidad, porque era para Pedro Armendáriz, fue nominada al Oscar ese año”.

Macario

Macario (1960) fue la película que volvió célebre a López Tarso. Esta adaptación de la novela del escritor  B. Traven fue dirigida por Roberto Gavaldón y recibió una nominación al premio Oscar en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera.

La cinta cuenta la historia de Macario (Tarso), un humilde campesino que, tras confrontar a Dios y el Diablo, hace un trato con la Muerte que lo termina beneficiando económicamente, aunque también le trae problemas con diversas autoridades.

Otras películas destacadas en la filmografía del actor, que vivió plenamente la llamada Época de Oro del cine mexicano, fueron:

  • Narazín (1958), de Luis Buñuel
  • Cri Cri, el grillito cantor (1963), de Tito Davison
  • El gallo de oro (1964), de Roberto Gavaldón
  • La vida inútil de Pito Pérez (1969), también de Gavaldón
  • El profeta Mimí (1972), de José Estrada
  • Los albañiles (1976), de Jorge Fons
  • Los hijos de Sánchez (1978), de Hall Bartlett
  • Bajo el volcán (1984), de John Huston
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