El próximo día 12 de octubre del presente año, se cumplen 125 años de la Solemne Coronación Pontificia de la venerada imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe en su sagrado original que se encuentra en la Basílica del Tepeyac
Francisco Pájaro Anaya
Twitter: @fcopajaro
El próximo día 12 de octubre del presente año, se cumplen 125 años de la Solemne Coronación Pontificia de la venerada imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe en su sagrado original que se encuentra en la Basílica del Tepeyac, un hecho que para el México del siglo XIX significo un momento de gran devoción a la Guadalupana, un momento de gran calma, tranquilidad y paz después de muchos acontecimientos que habían sucedido en ese siglo tan caótico para los mexicanos.
Nos cuenta la gran historiadora del hecho guadalupano, la Dra. Ana Rita Valero de García Lascuráin, que desde el siglo XVIII, Lorenzo Boturini había iniciado los trámites para la coronación de la Virgen de Guadalupe, pero a raíz de su expulsión del país, ordenada por el Virrey Conde de Fuenclara, el proyecto había quedado inconcluso. Cien años después la idea volvió a surgir, empezando por solicitar a la Santa Sede que concediera a la Iglesia Mexicana el nuevo oficio litúrgico guadalupano, mismo que después de años de espera, se obtuvo el 6 de marzo de 1894. Al mismo tiempo, se pidió a Roma su autorización para coronar la imagen de nuestra Señora de Guadalupe, a lo que Su Santidad León XIII accedió mediante Breve de fecha 8 de febrero de 1887.
Con tan gratas noticias, y para darle todo el brillo que la ocasión merecía, se realizaron importantes reformas al santuario (hoy basílica antigua de Guadalupe), bajo la dirección de don José Antonio Plancarte y Labastida, quien era el Abad de Guadalupe; una vez finalizadas, se escogió el 12 de octubre de 1895 para llevar a cabo la ceremonia de coronación, que fue verdaderamente grandiosa.
A la celebración asistieron más de 10,000 personas, las cuales ocuparon todo el interior de la antigua Colegiata de Guadalupe y todo el atrio del mismo, a pesar de la aplicación de las Leyes de Reforma, que prohibían la realización del culto a fuera de los templos; así mismo asistieron los once arzobispos, veintiocho obispos y alrededor de cien presbíteros, entre los que estaban el arzobispo de Panamá; el de Quebec, Canadá, en representación del Cardenal Taschereau; el de Cuba, Francisco Sáenz de Urtun; y el de Nueva York, Michael A. Corrigan. Se cuenta que asistió Doña Carmelita Romero de Díaz esposa del entonces Presidente de la República Gral. Porfirio Díaz.
La coronación fue grandiosa; el cortejo empezó con la entrada de las coronas -porque eran dos-, una de oro recamada con piedras preciosas para las grandes funciones y otra de plata más sencilla para el día a día. La corona de oro se había encargado a uno de los mejores orfebres de Europa, el francés Edgar Morgan, siguiendo el diseño de los mexicanos Rómulo Escudero y Salomé Pina.
Detrás de las coronas presidía la procesión, el Ilustrísimo Arzobispo de México, Próspero María Alarcón, revestido con capa magna encarnada, rodeado de su séquito y de los prelados, cubiertos con capas iguales bordadas en oro y con el monograma de María en la parte trasera. El momento cumbre fue cuando el mitrado mexicano, acompañado por don José Ignacio Arciga, arzobispo de Michoacán, colocó la corona en una varilla de oro insertada en el marco que rodeaba a la imagen, es decir, los sucesores de fray Juan de Zumárraga y de Vasco de Quiroga, juntos postraban sus mitras a los pies de la venerada imagen.
Fue un instante de intensa emotividad que hizo que los fieles, sin poderse contener, exclamaran con vibrantes voces, ¡Viva la Reina de los mexicanos! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!
Es ahora que en este año de 2020, los mexicanos celebramos el 125 aniversario de este gran acontecimiento, que sin duda quedo grabado en el corazón de los fieles guadalupanos.