Hoy son las mujeres jóvenes las que se han liberado, sobre todo porque hay más medios donde expresarse y no existe la hegemonía de unos pocos
Roberto Mendoza
En nuestro país hay al menos tres momentos de los que se compone la realidad, lo que pensamos, lo que decimos y lo que de verdad hacemos. Eso es una de las causas del por qué no siempre las encuestas, en México, son un reflejo de lo que sucede en el mundo real.
Esta complejidad permea en toda la sociedad, es muy difícil para un extranjero entender nuestro comportamiento a través del lenguaje. Un ejemplo es el uso de las palabras como “ahorita”, que no es una medida de tiempo finito o “poquito” que funciona para medir algo en el mundo físico. Estos ejemplos sirven para reconocer nuestras sutilezas del discurso. Todos tenemos un gran respeto hacia las mujeres, todos estamos de acuerdo que no se les debe agredir, tampoco insultar, ya no digamos violentar o matar. Pero la realidad es otra, diario hay más de 10 mujeres muertas en el país. Al menos una vez, cada hora, una mujer habla a algún servicio de ayuda porque algo está mal en su casa, en el trabajo, en la calle, en su vida. Pero si preguntamos, de manera casual, en cualquier casa, seguro en el 99 por ciento de las respuestas será que ahí no pasa nada, que no hay violencia y que todo está bien.
Esta actitud, la del ‘no pasa nada’, hay que reconocerlo, es una educación que recibimos de las mujeres. Importan también los medios de comunicación, sobre todo para la generación de 35 años en adelante, porque nos educaron con telenovelas y películas que reforzaban la idea de un machismo incluso aplaudido, que no reflejaba la realidad, aunque el marketing de los anunciantes así lo aseguraba; esas acciones y reacciones estaban solo en la mente de los escritores y guionistas y fueron usadas por el gobierno para generar un cómodo y conveniente sentido común.
Hoy son las mujeres jóvenes las que se han liberado, sobre todo porque hay más medios donde expresarse y no existe la hegemonía de unos pocos, las redes sociales han permitido que las mujeres no se queden calladas y poco a poco tomen el lugar que siempre debieron tener en la sociedad. Las mujeres no son un complemento, ni un elemento de una sola dimensión, son personas, seres humanos. El sexo no hace diferencia, solo es una cuestión física, no es mental ni condicionante de capacidad.
Esta realidad que muchos niegan en su cabeza y en sus opiniones está sucediendo y es difícil de comprender para las generaciones más adultas, sobre todo para los hombres que, incluso, con miedo y rabia, ven que está desmoronándose un férreo patriarcado que, ese sí, es conservador, mentiroso y ofensivo.
El presidente es uno más que, convenientemente, no lo entiende, sigue viendo a las mujeres como las abnegadas que deben quedarse en su casa para cuidar a sus papás, las que tienen la obligación de renunciar a su vida profesional y cuidar a sus hijos, las que deben administrar el dinero porque ellas no se lo gastan en el vicio, es decir, no son humanos, son sólo mamás, hijas o esposas. Hoy, por ejemplo, hay cantinas en el país donde todavía el acceso a las mujeres está prohibido: así es el pensamiento y la acción. Hay una realidad que es innegable, las mujeres son el agente del cambio en el país. Esto no lo para nadie y ¡Qué bueno! Han pasado del pensamiento a la acción. Algunas de ellas son violentas, no lo justifico, pero es el lenguaje que más y mejor entienden los agresores, y era necesario decirles que hasta en eso, la cacha se está poniendo pareja. Usted, señora que me oye, la invito a decidirse y ser una agente más del cambio, porque su hija y su nieta seguramente ya están decididas. El mensaje más contundente será conocido este próximo 6 de junio. Es el momento y lo celebro.