Ningún país del continente recibe al apoyo, financiamiento, equipamiento y entrenamiento por parte de los Estados Unidos como el ejército colombiano
Alejandro Gutiérrez Balboa
“Lo que está pasando es apenas la brisita, ahora viene el huracán bolivariano”, advirtió en octubre de 2019 el número dos de Venezuela, Diosdado Cabello, respaldando la oleada de motines que han estado asolando Chile desde entonces. Hoy le ha tocado el turno a Colombia.
Desde principios de abril, el presidente Iván Duque anunció un proyecto de ley para financiar el país luego de los estragos de la pandemia. Este fue el punto que aprovecharon los desestabilizadores para lanzarse al ataque. A pesar de haberse retirado ya la iniciativa, los motines han continuado en las principales ciudades con la calca de una película que ya hemos visto en otros países: turbas saqueando centros comerciales, destrucción de mobiliario urbano, ataques a las fuerzas del orden, especialmente la policía, todo muy sincronizado para aplicar el terrorismo urbano. Se ha llamado a un paro nacional.
De 7 puntos que se exigen, el séptimo dice: “Detener erradicaciones forzadas de cultivos de uso ilícito y aspersiones aéreas con glifosato”, lo que aporta una pista.
En Colombia se complican otros dos factores: la vecindad con Venezuela, país del que ha recibido ya casi 5 millones de refugiados, y la existencia desde hace décadas de la narco-guerrilla. En efecto, uno de los principales productores y exportadores de la hoja de coca, las mafias del crimen organizado casi han llegado a apoderarse del gobierno colombiano, controlando vastas áreas del territorio.
Si a ello le agregamos que Nicolás Maduro y la principal dirigencia venezolana encabezan el llamado cártel de los Soles, su asociación con la narco guerrilla colombiana ha resultado clave para desestabilizar uno de los gobiernos con mayores raíces democráticas en América Latina. El propósito inmediato es derribar a Duque y entronar a Gustavo Petro Urrego, ex guerrillero del M19. Colombia tendrá elecciones en un año.
Ningún país del continente recibe al apoyo, financiamiento, equipamiento y entrenamiento por parte de los Estados Unidos como el ejército colombiano. Así que está por verse la eficacia en el manejo, control y desactivación de esta nueva versión de guerrilla urbana. Si no lo hacen y rápido, en un país clave y aliado de ellos, los norteamericanos demostrarán que no han aprendido nada.