Roberto Mendoza
El Gobierno federal sí tiene una estrategia para el narcotráfico y no es la supuesta “Abrazos, no balazos”, sino una que ya se había probado y es un clásico en la economía: “Dejar hacer, dejar pasar”, con el mismo condicionamiento de los años 60 y 70: que los malos no se metan con la población civil. Con un componente diferente, el Gobierno no es el ‘big brother’, no quiere las ganancias, sino el control político.
El presidente no es una persona corrupta. Está obsesionado con una serie de ideas para “componer” al mundo del fracaso en el que, según él, desde hace 35 años nos metió el neoliberalismo, el capitalismo salvaje y la desconexión entre la parte alta de la pirámide social y la enorme base.
La intención del presidente puede que sea buena; lo demuestra el discurso que fue a dar al seno del Consejo de Seguridad de la ONU, donde habló de la fraternidad mundial, de la pobreza, de la vida digna, de repartir dinero y del combate a la corrupción. Sus asesores no le advirtieron que no era el lugar correcto para estos temas, pues este Consejo se encarga de buscar el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional.
¿Por qué el presidente no habló de su estrategia contra la delincuencia y el combate a las drogas o por qué no propuso un esquema para liberar al mundo de la violencia, las armas o las bombas de componentes nucleares sucios? Hubiera sido interesante conocer la visión de la 4T sobre el combate al contrabando de armas pequeñas o una propuesta de solución a la situación en Afganistán, Libia o Irak, una visión fresca sobre una vía al conflicto en varias naciones de África o en la región de Bosnia y Herzegovina, si no se quería ir tan lejos, una propuesta de solución al problema en Haití.
De estos temas se habla en este importante Consejo de la ONU, pero el presidente Obrador fue a dar un discurso parecido a un regaño donde, desde su posición, la de presidente del Consejo, las Naciones Unidas no han hecho nada por los pobres y el mecanismo de vacunación mundial es un fracaso. Fue a proponer un proyecto que no resuelve ninguna situación de conflicto ni seguridad internacional con un plan que tampoco ha dado resultados claros en nuestro país. No lo digo porque los programas sociales del presidente sean, hoy, un fracaso, sino porque es muy pronto para decir que son un éxito.
La solución que propone el presidente Obrador es bastante reduccionista e ingenua, que se junte y se reparta alrededor de un billón de dólares entre 750 millones de personas. Cuatro dólares a cada una de estas personas pobres para que ya no sobrevivan con uno o dos dólares, sino con el doble. ¿Estos 100 dólares al mes resolverán gran parte de los problemas en el mundo? Propone que se entreguen de manera directa, sin intermediarios. Eso en nuestro país ha causado corrupción, aunque el presidente no lo quiera reconocer. ¿Se podría evitar, ese mismo efecto, en otras partes del mundo?
El presidente no habló en el Consejo de la ONU sobre seguridad, porque de ese tema nada sabe. Hoy vivimos en medio de una lucha entre los diversos cárteles de la droga y pequeños grupos oportunistas, que surgen en cada lugar del país, porque el Gobierno ha renunciado a ser el que imponga, a través de la fuerza, un orden que ayude a que no todo sea un caos, cosa de ver los recientes sucesos en Jalisco, Zacatecas, Michoacán, Quintana Roo, Guanajuato, Sinaloa y San Luis Potosí. Donde sea puede saltar la violencia, cualquiera se arma y sale a tratar de imponer su ley y el Gobierno lo único en lo que piensa es en regalar dinero y conservar su poder político.