Daniel Lizárraga
Madrugada del domingo 27 de marzo. La banca oficialista del partido Nuevas Ideas y aliados (sus incondicionales) han aprobado un Estado de excepción en El Salvador durante los siguientes 30 días ante los más de 50 asesinatos que, hasta ese momento, se habían registrado en territorio salvadoreño. Durante unas tres horas los legisladores (as) defendieron, con uñas y dientes, el éxito del Plan Control Territorial lanzado por el presidente Bukele para combatir a las pandillas. Sin embargo, ni por asomo, ofrecieron datos oficiales, hechos comprobados que dieran certeza a la gente sobre lo que estaba pasando en las calles.
El Plan Control Territorial funcionaba sin contratiempos, desde la perspectiva oficialista. Pero de un momento a otro, en un fin de semana, vino un baño de sangre. Los legisladores (as) de la bancada oficialista no supieron o, aún más grave, únicamente encontraron en personajes fantasmales los orígenes del problema. Para ellos y ellas los verdaderos culpables eran los financiadores, es decir, quienes les pagan o manipulan a los pandilleros para desestabilizar el régimen de Bukele. Ni un solo nombre, ninguna prueba sobre los supuestos malos de la historia. Su palabra era la verdad porque ellos y ellas la tienen. Y quien dude, aquellos que se atrevan, serán masacrados por las redes sociales.
Desde su rampante soberbia ni siquiera fueron capaces de explicar a la gente que vendría en las próximas horas, es decir, en qué consistiría claramente, sin jerga judicial, el estado de excepción:
-Se restringía la libertad de reunión, salvo que fuera con fines religiosos, culturales, económicos y deportivos.
-Las personas detenidas no serían informadas de sus derechos, no tendrían abogados de oficio ni sabrán de inmediato las razones de su detención.
-Los plazos de detención ya no serían de 72 horas cómo máximo
-Las comunicaciones, de cualquier, tipo podrían intervenirse.
En la Asamblea Legislativa salvadoreña tampoco fueron capaces de exigir al gobierno informar los lugares de mayor riesgo. Al día siguiente, el ejército y la policía cercaron barrios completos. Esto no estaba contemplado en el decreto. “Sí habrá cierres focalizados y temporales en algunas zonas”, escribió Bukele en su cuenta de Twitter desde la cual gobierna El Salvador. Eso es todo lo que, según ellos, se necesita saber. Lo que el señor tenga a bien informar.
La noche del lunes pasado ya había 62 muertos. Una cifra récord en los últimos 20 años y esto sucedía en una de las esquinas más violentas del mundo. La gente se encuentra los operativos cuando sale de sus barrios a trabajar. En estas horas confusas, hay un dato aterrador (como si hiciera falta): La mitad de las personas asesinadas no eran pandilleros. Esas personas, todos hombres, eran trabajadores de la construcción, vendedores ambulantes, choferes, empleados etc…
La gente aún espera una explicación de ello, pero Bukele no se ha pronunciado y, mientras no lo haga, sus legisladores callarán. La prioridad ha sido respetar a ciegas la decisión del presidente, no rozar ni con el pétalo de un signo de interrogación el Plan de Control Territorial.
El mandatario escribió el siguiente mensaje: “1,400 pandilleros en 48 horas…seguimos”, respecto a los aprehendidos en operativos militares… ¿Y por qué hasta ahora? ¿Si tenían la información desde antes por qué no actuaron? Ellos dicen que no había pacto con los líderes de la delincuencia, pero enmudecen cuando este tipo de cuestionamientos se vierten en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Su respuesta es tildar a quienes cuestionan o se quejan de está favor de los pandilleros. Los malos están enfrente; los opositores y quienes supuestamente les pagan. Ellos, los buenos, pondrán orden y, en el extremo de su egocentrismo, dicen que Dios está siempre de su lado. Sí, porque solo ellos y nadie más puede tenerlo cuando de gobernar se trata.
No hubo una mínima explicación de lo que estaba sucediendo en las calles. La bancada oficial encontró una zona ideal para golpear: las curules vacías de sus opositores el FMLN -la izquierda- y ARENA -la derecha-. Tan indefendible sus ausencias como mediocre su defensa. Nunca les pasó por la frente pedir una explicación puntual del mapa de la violencia en el Salvador. Ellos (as), estaban conformes con lo que tuvo a bien Bukele escribir través de su cuenta personal en Twitter. Bajan la cabeza ante los oficialistas. Les tiembla la voz. No tienen argumentos para debatir a un gobierno opaco y autoritario. Un cascarón que nada pesa y lo consiguieron a pulso, con sus gobiernos corruptos.