La tensión alcanza su punto álgido. Edmundo González, líder opositor reconocido internacionalmente como presidente electo, denunció el secuestro de su yerno Rafael a manos de hombres encapuchados, justo cuando faltan días para la toma de posesión de Nicolás Maduro en Venezuela.
Según un mensaje publicado en X (antes Twitter), González detalló que el secuestro ocurrió cuando su yerno llevaba a sus nietos a la escuela.
“Hombres vestidos de negro lo interceptaron, lo subieron a una camioneta dorada y se lo llevaron”, afirmó el líder opositor, sin dar más detalles.
El país enfrenta una atmósfera de alta militarización, con calles bloqueadas, puestos de control y patrullas que generan desconfianza entre los ciudadanos.
“Tenemos miedo. Ya no sabemos si temerle más a los delincuentes o a los policías. El ambiente es asfixiante”, comentó Patricia Hernández, jubilada de 58 años.
Mientras tanto, Nicolás Maduro en Venezuela se prepara para iniciar un nuevo mandato de seis años, en medio de denuncias de fraude electoral por parte de la oposición.
González insiste en que ganó las elecciones del 28 de julio con un margen de 2 a 1, basándose en actas que el oficialismo se niega a publicar.
La oposición, liderada por figuras como María Corina Machado, convocó una protesta nacional en vísperas de la investidura. Sin embargo, el ministro de Interior, Diosdado Cabello, advirtió que González será arrestado si regresa al país.
Las calles de Caracas reflejan el miedo colectivo. Comerciantes operan con cautela, mientras que los ciudadanos evitan salir.
“Es como si viviéramos en un pueblo fantasma”, expresó Mari Jiménez, oficinista de 32 años.
Además, organismos internacionales como la ONUhan exhortado al gobierno venezolano a respetar los derechos humanos, recordando los crímenes de lesa humanidad documentados en años anteriores.
Suscríbete a nuestro canal de WhatsApp y sigue la información más de cerca
El drama político y social de Venezuela sigue escalando, con una economía colapsada, un salario mínimo de apenas 2.45 dólares al mes y una diáspora de más de siete millones de personas.
“Pido a Dios que tengan piedad del pueblo. No nos merecemos vivir tan mal”, concluyó Jiménez, reflejando el sentir de millones de venezolanos atrapados en esta crisis.