La ola de nuevas tecnologías que impulsan la cuarta revolución industrial, va a afectar en los próximos años a los trabajadores de los países industrializados y en desarrollo, a menos que estas naciones modernicen sus sistemas educativos para producir profesionales de todas las disciplinas que sean más creativos y emprendedores. (Andrés Oppenheimer. “El informe Oppenheimer/ el futuro de nuestros empleos. Periódico Reforma. Ciudad de México. 25- Enero-2016).
Recordemos que las tres revoluciones industriales y tecnológicas fueron un impulso modernizador del capitalismo. La primera se realizó en Inglaterra, de 1760 a 1830, fue provocada por la introducción de máquinas de vapor e hidráulicas en el procesamiento del algodón.
La segunda revolución se desarrolló en los países avanzados de Europa y en Estados Unidos del año 1860 a 1915; sus características fueron la producción en serie, la división del trabajo, el uso de los sistemas eléctricos, la Industria Química y el automovilismo.
La Tercera Revolución Industrial se efectuó de 1962 a 2014; sus elementos más importantes fueron la incorporación de la microelectrónica y la tecnología de la información para automatizar toda la producción. Los expertos señalan que esta cuarta revolución se da a partir del 2015 y lo sobresaliente son la incorporación a los procesos productivos y de servicio de los robots inteligentes, las impresoras 3-D y el ‘Internet de las cosas’ a través del cual se logra que los objetos se comuniquen entre sí, de la misma forma como las personas lo hacemos hoy. (Heber Longás Crespo. “Las tres revoluciones industriales”. Periódico El País. elpais.com. Madrid. 2014).
Los poderes mundiales se reunieron del 20 al 23 de enero de 2016 en Davos Suiza, en el Foro Económico Mundial (FEM). El tema del FEM para este año, fue un acto desproporcionado de soberbia, los organizadores lo llamaron: “Dominando la Cuarta Revolución Industrial”.
En realidad, los asistentes al Foro se presentaron a esta cumbre internacional, no para dominar, sino para ver como no eran dominadas por una realidad que ellos crearon y luego destruyeron. En lo ecológico, los temores estaban bien fundados. El cambio climático se hizo presente como un fantasma. Casi nadie comentó del tema, pero los poderosos saben que si no respetan los acuerdos de París, habrá un daño al medio ambiental global y al equilibrio climático del cual depende nuestra civilización. (Al Gore. “Nuestra elección: un plan para resolver la crisis climática”. Océano/SEP, Libros del Rincón. México. 2010).
Lo que si se dijo en Davos, en el FEM de este año, fueron las preocupaciones económicas y políticas. La desaceleración de la economía mundial por la caída en los precios del petróleo, resultado de un enfrentamiento entre Arabia Saudita e Irán y del mismo Reino Saudita en contra de compañías norteamericanas. Además, se cayó el tremendo consumo de materias primas de China y hay temores por los actos bélicos del Estado Islámico.
Dicen los periodistas mexicanos que fueron invitados a Davos, que se veía al Secretario de Educación Pública ocupado y preocupado. Seguramente fraguando lo que vino a impulsar, luego de que regreso del FEM. De lo propuesto, hay poco que rescatar.
Se hace evidente que se quiere compensar a los maestros o que no hay en el entorno del Secretario quien le diga la verdad sobre la institución que dirige. Lo que se anunció el lunes 25 de enero son medidas que causarán desorden y tal vez conflicto en las escuelas.
La SEP es una institución que por sus dimensiones y fuerzas que contiene, algunas veces centrífugas, que están siempre en movimiento. El único que parece haber entendido la agenda oculta del FEM fue Andrés Oppenheimer, el perspicaz periodista argentino radicado en los Estados Unidos. La situación mundial y los macro-cambios en movimiento, tienen una alternativa válida en la educación.
Debemos cambiar nuestro sistema educativo, y debemos hacerlo con la misma receta que se necesitaba para educar en las otras tres revoluciones industriales. Formar generaciones de personas con valores, inteligentes, creadoras y con el generoso impulso de cambiar para bien. Solo eso cuenta.
Por: Amado López Guerra