La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh 2016) determinó los siguientes porcentajes para mujeres de 15 años y más a nivel nacional: 49 % sufrían violencia emocional, 41.3 % sexual, 34.0 % física y 29.0 % económica o patrimonial. Querétaro obtuvo el 5º lugar a nivel nacional en violencia contra las mujeres; en violencia escolar, el 1er. lugar; en violencia laboral, el 3º, y tanto en violencia comunitaria como en obstétrica, un desafortunado 5º lugar. Ante estos datos, ante todos los tipos de manifestaciones de violencia ¿qué se puede hacer desde el ámbito personal?
Clara Alemann, consultora de Género y diversidad del BID, y Gary Barker, CEO de Promundo y cofundador de MenCare, en la conferencia ¿Cómo frenar la violencia de género? proponen lo siguiente: a) apoyar programas de paternidades y maternidades en lo que los roles sean cuestionados y reasignadas las responsabilidades del cuidado, manutención, educación y afecto; b) desarrollar programas de formación de relaciones sanas sin violencia para los adolescentes; c) incrementar las intervenciones a nivel comunitario para “transformar las normas sociales que legitiman la violencia”. Piden hablar y levantar la voz a los hombres que se definan como no violentos y alzar la voz para detener a los que sí lo son. Recomiendan ir al pasado para identificar situaciones violentas vividas.
Es necesario no normalizar los actos que perpetúan la violencia en las relaciones, es decir, es necesario ACTUAR y rechazar las masculinidades violentas. Esto puede parecer sencillo y a la vez inalcanzable. La clave se encuentra en una disponibilidad individual para el cambio, en un deseo real, verdadero y congruente para eliminar la violencia contra las mujeres en nuestro entorno. Se ha demostrado que las acciones de castigo no han sido suficientes. La desarticulación de las estructuras profundas que sustentan la violencia no la realizará el gobierno por sí solo; es necesario que todos los sectores, toda la ciudadanía, es decir, todos y todas, a nivel individual, estemos dispuestos a reconocer la violencia para cambiarla y, en esa medida, podamos exigir que en los ámbitos académicos, políticos y públicos se cumpla el ideal de sociedades no violentas en igualdad sustantiva.