A propósito de las fiestas decembrinas y el advenimiento del año 2019, es conveniente reconsiderar el valor de todos aquellos actos en el ejercicio de la profesión.
Si eres arquitecto, médico, biólogo, artesano, ingeniero, contador, empresario; este artículo no te exime. Todos tenemos un común denominador: la ética. Cuando uno se recibe como licenciado en derecho, la primera pretensión como profesionista consiste en ser el mejor en nuestra área de preferencia. Ser un buen abogado postulante, un destacado funcionario del aparato gubernamental, académico notable, juzgador o quizás un notario o corredor público de primera línea.
¿En qué momento se desvirtúa el plan a seguir? Una persona común se asesora jurídicamente porque requiere la asistencia de un experto para resolver un caso que, indudablemente, puede afectar su esfera patrimonial y familiar, su libertad o integridad; al encontrarse en estado de indefensión, ocupan el respaldo de un jurista.
Los que forman el gremio de la abogacía, así como los estudiantes universitarios, deben superar, refrescar y utilizar el decálogo de Eduardo J. Couture: el cobro excesivo de honorarios, la falta de interés procesal en los asuntos del despacho, el aumento de gastos a la parte actora durante el transcurso de la etapa contenciosa, mala fe en la estrategia legal para aplazar el resultado de la sentencia y, por tanto, abultar el adeudo del litigio, evitar los medios alternos de solución de controversias, entre otras cuestiones constituyen un agravio a la ética profesional.
Ser un exégeta de la ley no es suficiente; de nada funciona interpretarla, aplicarla y defenderla, si en la practicidad diaria se abusa del que humildemente requiere un defensor. Cual sea la ocupación, la reflexión que permanece en estas fechas reside en la capacidad de admitir y rectificar las conductas incorrectas e inmorales; gratificar y reconocer a los que hacen la diferencia, así como difundir a través de la enseñanza la importancia de una conducción honorable que procure estabilidad para un país que carece de sensibilización y padece de ‘ventajosos’.