El poder no está vinculado con ninguna profesión. No es una cuestión de políticos, como algunas personas creen
Ramón Santillana
Nuestra dificultad para encontrar las formas de lucha adecuadas, ¿no proviene de que ignoramos todavía en qué consiste el poder? Michel Foucault
El poder no se crea. No existen máquinas que lo hagan, ni materia prima en la naturaleza con la que se pueda moldear. Es como la energía.
El poder no se tiene. No hay un solo lugar en dónde poder guardarlo. Mucho menos se acumula. Ni siquiera en bodegas metafísicas es posible concebir el meter una cantidad tal de “unidades” de algo llamado “mucho poder”.
El poder no está vinculado con ninguna profesión. No es una cuestión de políticos, como algunas personas creen. Hay políticos poderosos, como también hay narcotraficantes poderosos, y empresarios, y deportistas, algunos artistas y escritores, líderes religiosos, campesinos enojados, mujeres al borde del hartazgo, niños pataleando en los pasillos de juguetes en los supermercados.
El poder es queer, capaz de adoptar cualquier forma. El poder puede manifestarse en una canción, en un disparo, en una inesperada mañana de huracán que arrasa ímpetus, calmas, vidas enteras.
No se crea. No se transfiere. No se acumula. No se encuentra en ningún sitio en especial. ¿Qué es, pues, el poder? ¿Una fuerza? ¿Una voluntad? ¿Existe el poder porque también existe el no-poder? ¿Necesita de su negación para justificarse, así como la vida y la muerte, el odio y el amor, el puedo vs. el no-puedo?
El poder se usa. Se ejerce. El poder es un tejido. Como dijera Michel Foucault, es más bien un complejo organismo que responde más a algo parecido a la física cuántica, que puede estar al mismo tiempo en muchos puntos, abrazando a miles de individuos a la vez que yace solitario en praderas ignominiosas, en silencio.
No tiene cara, ni es capaz de personificarse. No porque no “pueda”, sino porque no le sirve de nada.
De hecho… ¿existe? ¿No será acaso uno más de los miles de inventos humanos que buscan nombrar la sustancia inmarcesible de nuestras relaciones? ¿Será el poder acaso otra gran exitosa mentira, como lo han sido el dinero o la religión? Lo confundimos con “autoridad”, con “influencia”. Mal, muy mal.