Claudio Sarmiento
Invertir en infraestructura exclusiva para el automóvil es una apuesta cortoplazista para mejorar movilidad intraurbana y una prolongación de sus efectos negativos: contaminación, inequidad, distancias más largas, degradación ambiental. Querétaro ya tiene vialidades prácticamente auto-centristas que se han colapsado con tráfico vehicular. La solución pareciera ser aumentar su capacidad vial, pero esto solo genera un círculo vicioso sin un final óptimo. Por los efectos de demanda inducida, el dotar de más espacio el auto, sin priorizar sus alternativas, nos invita a depender aún más de vehículos inseguros e ineficientes. ¿Cómo revertir esta tendencia?
Muchas vialidades saturadas comenzaron como autopistas regionales que hoy han sido absorbidas por la ciudad. En práctica, ya no operan como las vías rápidas originalmente planteadas debido a una disminución de sus velocidades promedio, el crecimiento urbano a su largo y la necesidad de cruzarlas. Pero en lugar de restituir como vías rápidas automovilistas, pueden regenerarse como calles completas. Abundan los casos de éxito que sustituyen autopistas urbanas por paseos verdes, ejes de transporte público o corredores comerciales enfocados al peatón. Sin embargo, una solución que mantiene la funcionalidad de una autopista es el bulevar: una vía horizontal con amplias banquetas, cruces semaforizados, camellones arbolados, laterales a nivel y carriles centrales con transporte público. Si tenemos el espacio, busquemos esta alternativa.
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