No es nuevo que los problemas de movilidad son de los tópicos apremiantes en un estado que aumenta a un ritmo de 2.9 por ciento su mancha urbana, de forma anual.
El interés por formas alternativas (al automóvil) de traslado ha atraído el interés de sectores que buscan dinamizar la economía que, aun con rachas de recuperación, sigue por debajo de la era prepandemia.
Es el caso del Centro Histórico de la capital, que hace años busca peatonalizarse; sus comerciantes y habitantes están pugnando para que las autoridades regulen biciestacionamientos, para promover mayor movilidad en la zona, pero también para garantizar seguridad para los ciclistas.
La presencia de quienes se mueven en bici cada vez tiene más peso en la toma de decisiones en los cabildos. Ojalá que sea porque se han dado cuenta de que el coche no puede ser prioridad en una zona metropolitana con más de un millón de habitantes ni como ‘una moda’ para apaciguar las exigencias de un sector que es altamente vulnerable
–junto con los peatones y los usuarios de transporte público– y que debe estar al centro de las decisiones de movilidad.
Mientras avanza el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, la comunidad internacional sigue discutiendo qué medidas deben aplicar en contra del país liderado por Vladímir Putin. Urge poner fin a los ataques.
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