América Latina y el Caribe tiene un gran potencial para convertirse en un referente en la emisión de bonos azules, que son instrumentos de deuda que sirven para fondear proyectos relacionados con el océano, los cuerpos de agua dulce y el saneamiento.
Hay que tomar en cuenta que la región tiene 16 millones de kilómetros cuadrados de mar, sobre los que se podrían crear infinidad de iniciativas en torno a pesca, puertos, ríos, gestión de residuos sólidos, turismo, energías renovables, gestión de ecosistemas o acuicultura, entre otros.
De hecho, en noviembre de 2021, BID Invest lanzó el primer bono azul de América Latina y el Caribe por 50 millones de dólares australianos (alrededor de 33 millones de dólares estadounidenses). A la fecha, cuenta con tres emisiones que, juntas, supera los 115 millones de dólares estadounidenses, destinados a proyectos del sector privados.
Casi de manera simultánea, en noviembre del mismo año, Credit Suisse y The Nature Conservancy financiaron un bono azul para la conservación marina de Belice, el cual logró recaudar 364 millones de dólares estadounidenses.
A esto hay que agregar que, en octubre de 2022, la Corporación Financiera Internacional (IFC) firmó un acuerdo con el Banco Internacional de Ecuador para un proyecto de 40 millones de dólares estadounidenses en bonos azules, de un total de 79 millones de dólares estadounidenses, que servirán para contribuir a la mitigación y adaptación al cambio climático del país.
Como podemos ver, hay múltiples ejemplos que podrían seguir las naciones de la región, las cuales se verían beneficiadas con más recursos para la conservación, pero también para ayudar a la gente.