Los keynesianos creían que las fluctuaciones de cualquier componente del gasto consumo, inversión o gasto público hacen variar el producto. Por ejemplo, si el gasto público aumenta y todos los demás componentes se mantienen constantes el producto aumentará.
Según el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) México no ha podido llegar todavía a los niveles de producción total de bienes y servicios que se tenían en el 2018, año en que comenzó esta administración federal. Sin embargo, con datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018 también de INEGI y estimaciones de la ONU para el 2022, en esos años México incrementó 2.6 millones de mexicanos, creciendo de 124.9 a 127.5 millones. Esto significa que la misma producción se tuvo que repartir también entre ese mayor número de personas. Por tanto, es claro que la pobreza se incrementó para millones de mexicanos.
El gobierno federal dijo que el consumo serviría como “motor del crecimiento”; no fue así ya que a lo largo de ese periodo el consumo apenas se incrementó en un reducido 3.4%. La inversión la peor estrategia, ya que el gasto público sigue estacionado en proyectos de dudoso éxito como: el AIFA, el Tren Maya y la refinería Dos Bocas; mientras el impulso a la inversión privada ha sido un desastre teniendo un retroceso del -8%.
Todo eso a pesar de haber recibido recursos récord de las remesas de nuestros migrantes y los ingresos de inversión extranjera directa que han provenido del Nearshoring.