Con motivo de la desaseada aprobación de la reforma constitucional del Poder Judicial en el Senado, la clase política en su conjunto dejó ver lo peor de ella: el abuso, la canalla, la ruindad y la bajeza. En ese lance, Morena (no sus aliados, porque ellos nunca la han tenido) perdió la autoridad moral que presumía, restó legitimidad al triunfo electoral obtenido, ejerció el poder con soberbia, complicó la continuidad del proyecto y puso en práctica la política que supuestamente abomina, la del chantaje y la extorsión.