Desde luego, cuando se ocupan posiciones de poder por un periodo finito, la cortesía política dicta desear lo mejor a la o el sucesor, ansiando en el corazón lo contrario porque, al trabucar la mezquindad con la grandeza, se confunde lo brilloso con lo brillante. Se cree que el mal desempeño del relevo resalta la actuación del relevado. Y sería una pena, sobre todo, con su desarrollado instinto político, que el exmandatario hubiera caído en la tentación de poner una Piedra en el camino la sucesora. Aficionado a la historia, de seguro, no escapa a la percepción del expresidente el rotundo fracaso de quienes, desde la sombra, han intentado extender un mandato agotado.