Ayer, celebramos el Día de la Madre, uno de los días más importantes en el calendario de los mexicanos, en donde recordamos a todas nuestras mamás, a las vivas y a las que ya han partido, pero también recordamos, a las mamás solas, a las abandonadas, a las mamás jóvenes, a las mamás adultas, a las abuelas, a las mamás enfermas, a las mamás profesionistas, a las mamás estudiantes, a las mamás líderes, a las mamás trabajadoras, a las que apenas van a tener la dicha de ser mamás y que llevan en su seno una vida; a todas ellas, las recordamos en ese día, aunque, en la realidad, las deberíamos de recordar todos los días del año.
El ser madre es, sin duda, el ejemplo más claro del amor; si, por algún motivo, no se tuviera una definición de lo que es el amor, sin duda, la vida de una mamá nos da la definición de amor. Las mamás entregan todo por sus hijos, dan su propia vida por ellos, pasan largas horas en su atención, en su cuidado, no duermen, no comen, todo por los hijos, a quienes consideran una bendición. Pero, aunando a eso, muchas mamás trabajan, se desarrollan en su vida profesional, tienen compromisos laborales y tienen el tiempo y, a veces, mucho tiempo para atender a cada uno de sus hijos.
Las mamás son el ejemplo del amor al prójimo, son ejemplo de cómo, en todos los instantes de nuestra vida, están a nuestro lado, así sea para una felicidad, que, por cierto, lo gozan muchísimo, así sea en alguna desgracia, nuestras mamás siempre estarán a nuestro lado.
A veces, es imposible entender, el maltrato que muchas mamás sufren y es imposible comprender el desprecio de muchos hijos malagradecidos que no ven lo que hace una madre, sin embargo, de esas acciones, también se aprende porque ellas lo perdonan todo. En estas acciones, la sociedad debe de cambiar y debe de reflexionar un poco más la importancia de ser madres.
Vaya mi felicitación para mi mamá en primer lugar y para todas las mamás que están a nuestro lado, pero también nuestro recuerdo para las mamás que ya no están con nosotros, a ellas, nuestra gratitud permanente y todo nuestro amor perenne.
“Mirarte simplemente, Madre,
dejar abierta solo la mirada;
mirarte toda sin decirte nada,
decirte todo, mudo y reverente”.