Seth Pérez
La baja de temperaturas nos obliga a cambiar hábitos y formas de vivir. La vestimenta adicional para cubrirnos deja en el armario guardada mucha ropa de verano y sacamos de cajas abrigos o chamarras. En esta generación para muchos consumidores les es conveniente comprar nuevo armario y desecharlo al fin de la temporada. Esta práctica tiene efectos al ambiente muy graves, sobre todo si terminan estas prendas en la basura y no hay un segundo uso.
El movimiento que promueve la reventa de ropa es una pequeña ayuda. Pero faltaría un diseño de las prendas para fabricarlas con insumos que tengan menos impacto al ambiente. ¿Por qué? Sobre todo en invierno las prendas son fabricadas con materiales y fibras sintéticas muy contaminantes. Los estándares de etiquetado de los alimentos tienen sellos que nos indican el contenido calórico, azucares y sodio, entre otros avisos. Sin embargo no existe un parámetro para conocer el origen de las fibras, pigmentos e insumos que utilizan las prendas que vestimos.
Preparemos nuestro guardarropa para el frio y tratemos de conocer el origen de los materiales de nuestras prendas. El conocer los efectos de nuestros actos, es la primera acción que ayuda al medio ambiente. ¿Usted con qué prendas viste?