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Las huellas de la minería en el bosque de Honduras, 60 años después

Foto: Especial / Al cierre de 2020, habrá más  de 13 mil hectáreas protegidas
Foto: Especial / Al cierre de 2020, habrá más de 13 mil hectáreas protegidas

La explotación se extendió a una distancia de 40 kilómetros del extremo este de la reserva de 24 mil hectáreas pobladas de pinos, robles, encinos y liquidambar AFP Más de 60 años después de que la empresa estadounidense Rosario acabara la explotación de los ricos yacimientos de oro y plata en Honduras, la tierra se … Leer más

La explotación se extendió a una distancia de 40 kilómetros del extremo este de la reserva de 24 mil hectáreas pobladas de pinos, robles, encinos y liquidambar

AFP

Más de 60 años después de que la empresa estadounidense Rosario acabara la explotación de los ricos yacimientos de oro y plata en Honduras, la tierra se recupera lentamente en la exuberante reserva forestal de La Tigra.

Ubicada 15 kilómetros al este de Tegucigalpa, La Tigra, la primera zona del país declarada reserva forestal protegida en 1980, fue sometida a una severa degradación entre los años 1880 y 1954 por la minera The New York and Rosario Mining Company.

La explotación se extendió a una distancia de solo 40 kilómetros del extremo este de la reserva de 24 mil hectáreas pobladas de pinos, robles, encinos y liquidambar; hogar de tigrillos, pumas, guatusas, venados, monos, quetzales, gavilanes, tucanes y reptiles como boas y tamagases.

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  • Heridas sin sanar

Décadas después del cierre, los derrumbes en las bocaminas de acceso al laberinto de túneles, que se abren entre rocas perforadas con barrenos y dinamitas, reflejan que la tierra busca sanar las heridas pero, de acuerdo con científicos, perdura la contaminación de las aguas por materiales pesados.

Destacan también árboles frondosos que lograron crecer durante décadas y tienden a desaparecer las viviendas de tablas podridas por el paso de los años en las laderas de la montaña.

Ha habido recuperación en la zona núcleo y en la zona de amortiguamiento donde se instaló el campamento” de la minera, destacó el ambientalista Carlos Espinal. “Las bocaminas se han adaptado al entorno natural, se han convertido en atractivos turísticos, pero las aguas siguen contaminadas”, lamentó. Las aguas tardarán de 200 a 300 años para liberarse de sustancias nocivas y en algunas zonas aún no crece ni la maleza”, lamentó Espinal.

Otra experta, la bióloga Marlenia Acosta, reconoció que la recuperación del ambiente de los daños de la minería “es lenta y a largo plazo” pero de a poco va mejorando la cobertura del bosque.

Acosta resaltó que los planes de manejo emprendidos por ambientalistas han contribuido a la recuperación. No obstante, dijo, la regeneración “es más natural que por la mano del hombre”.

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  • Enclave minero

Hacia 1880, los hermanos estadounidenses Washington y Louis Valentine formaron una empresa con el entonces presidente de Honduras, Marco Aurelio Soto, y el general Enrique Gutiérrez, que, según Espinal, dio origen al “enclave minero”.

Con un capital de 1.5 millones de dólares, los cuatro empresarios empezaron la minera mientras se levantaba la pequeña aldea montaña arriba del pueblo de San Juancito.

Unos 15 mil hombres trabajaron en la apertura y explotación del laberinto de túneles verticales y horizontales que penetran en las entrañas de la tierra a través de tres bocaminas, donde se instalaron dos trenes eléctricos sobre rieles y tres plantas eléctricas.

AMIP.

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