Anúnciate aquí

¿Quién te dijo que ya no tienes sed?

Veronique Greenwood Hay pocos placeres que se puedan comparar con una bebida refrescante en un día de calor abrumador. Tu cerebro rastrea el recorrido de un vaso de agua o algún otro néctar cuando pasa por tu tracto digestivo pero, ¿cómo lo hace? Desde hace tiempo, los científicos saben que la sed es controlada por … Leer más

Veronique Greenwood

Hay pocos placeres que se puedan comparar con una bebida refrescante en un día de calor abrumador. Tu cerebro rastrea el recorrido de un vaso de agua o algún otro néctar cuando pasa por tu tracto digestivo pero, ¿cómo lo hace? Desde hace tiempo, los científicos saben que la sed es controlada por neuronas que mandan una alerta para dejar de tomar cuando se ha bebido la cantidad adecuada de líquido, pero lo que específicamente hace que las neuronas digan “basta” sigue siendo un misterio.

En un estudio anterior, un equipo de investigadores encontró que el acto mismo de beber cualquier líquido —lo que sea: desde agua hasta aceite— es suficiente para provocar un corte temporal de la sed. Pero los expertos sabían que sorber no era la única fuente de satisfacción. Había señales, procedentes de un lugar más recóndito del cuerpo, que apagaban la sed.

En un artículo publicado en la revista Nature, científicos del mismo laboratorio informan de que han seguido las señales a través de uno de los nervios más importantes del cuerpo, hasta el intestino y, finalmente, hasta un lugar inesperado para este desencadenante un conjunto de pequeñas venas en el hígado.

El movimiento de tragar quizá sea una forma rápida en la que el cuerpo controla la ingesta de líquidos. Pero lo que hayas sorbido llegará rápidamente al estómago, y al intestino, y entonces su identidad quedará clara para tu cuerpo como algo capaz de satisfacer la necesidad de hidratación del organismo, o no. El agua cambia la concentración de nutrientes en la sangre y los investigadores creen que este es el activador de la verdadera
saciedad.

“Hay un mecanismo para asegurarnos de que lo que estás bebiendo es agua y no otra cosa”, indicó Yuki Oka, profesor del Instituto de Tecnología de California y autor de ambos estudios. Para descubrir dónde percibe el cuerpo los cambios en la concentración de la sangre, Oka y sus colegas introdujeron primero agua en los intestinos de los ratones y observaron el comportamiento de los nervios que conectan el cerebro con la zona intestinal, lo cual se cree que funciona de forma similar en los humanos. Uno de los principales nervios, el nervio vago, fue el que se activó más rápido con la llegada del agua a los intestinos, lo que sugiere que esta es la ruta de la información en su camino hacia el cerebro.

A continuación, los investigadores fueron cortando una a una las conexiones del nervio con diferentes regiones del sistema digestivo. Para su sorpresa, nada cambió cuando cortaron el contacto con los intestinos.

En cambio, cuando se seccionaron las venas portas del hígado —vasos que transportan la sangre desde los alrededores del intestino hasta dicho órgano filtrante— los mensajes al cerebro se silenciaron. Estas venas transportan nutrientes y fluidos al hígado, por lo que es plausible que sean un centro de control de la sed, explicó Oka.

Los investigadores lo relacionaron con una hormona llamada péptido intestinal vasoactivo, o VIP, por sus siglas en inglés. Cuando el agua llega a las venas portas, los niveles de VIP aumentan y es el VIP, y no el agua en sí, lo que hace que el nervio vago se active, alertando al cerebro.

Esto es muy intrigante, pero los científicos no saben cómo es que el agua provoca esta reacción. Esperan poder seguir las señales e identificar con precisión qué células y moléculas conectan estas sencillas venas y el péptido con el acrónimo que lo hace parecer tan
especial.

Anúnciate aquí

Anúnciate aquí

Anúnciate aquí