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Cómo cruzan la frontera los migrantes solicitantes de asilo

Miles de migrantes intentan cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. / Foto: Kirsten Luce / NYT
Miles de migrantes intentan cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. / Foto: Kirsten Luce / NYT

La ONG, Human Rights Watch, pide a México y a Estados Unidos que terminen con sus políticas abusivas contra migrantes

Kirsten Luce and Eileen Sullivan

Desde que el presidente Joe Biden asumió el cargo, la migración en la frontera sur de Estados Unidos ha aumentado a niveles que no se habían visto en décadas. Los cruces en los últimos dos meses han eclipsado las altas cifras del verano pasado, y los funcionarios esperan que la tendencia continúe, aunque, con las restricciones por la pandemia aún vigentes, casi no hay acceso al proceso de asilo.

La gran mayoría de los migrantes cruza a Estados Unidos en puntos ubicados entre los puertos de entrada oficiales, atraviesan la frontera caminando o vadeando, nadando o flotando a través del río Bravo, casi siempre bajo la vigilancia de guías contratados en México y aprobados por carteles. En ocasiones, los funcionarios de Aduanas y Protección Fronteriza han invitado a algunos a cruzar caminando a través de puentes peatonales desde México, por mucho, la ruta más segura y ordenada.

Un campamento de migrantes conocido como Senda De Vida en la ciudad mexicana de Reynosa, al otro lado del río desde McAllen, Texas, ha estado lleno durante meses. El pastor que lo dirige abrió un segundo espacio el mes pasado para los migrantes que dormían en un campamento improvisado en un parque público cercano.

A principios de mayo, una madre y una hija de Honduras estaban en el campamento cuando se enteraron de que formaban parte de un grupo elegido para cruzar a Estados Unidos. Un año antes, aseguraron, huyeron de Honduras después de que su hija, de 15 años, fuera secuestrada y violada por una pandilla local. Aunque alguna vez fue una adolescente llena de vida y parlanchina, ahora apenas habla y se estremece cada vez que alguien se acerca, relató su madre.

Cuando la pareja llegó a Nuevo Laredo, una ciudad del norte de México en la que los cárteles de la droga se disputan el territorio, ellas y otras personas que habían viajado en su autobús fueron secuestradas y agredidas sexualmente durante días, afirmaron. Al decimoquinto día, la madre y la hija escaparon y cruzaron el río Bravo hacia Estados Unidos en una embarcación en la que viajaban casi 30 personas. Sin embargo, los funcionarios de la frontera, amparándose en el Título 42, la norma de salud pública que ha restringido la inmigración desde el comienzo de la pandemia, las regresaron a México.

Pronto se registraron en el albergue de Reynosa, que mantiene una base de datos de todos los migrantes que pasan por ahí.

A finales de abril, se pidió al párroco que dirige el albergue, Héctor Silva, que se reuniera con funcionarios del gobierno estadounidense a fin de discutir un proceso para enviar a algunos migrantes que reúnen los requisitos para las excepciones humanitarias a la norma de salud pública a través del puente peatonal que une Reynosa con Estados Unidos. El gobierno permite ese tipo de excepciones para los migrantes considerados particularmente vulnerables, y las decisiones se toman caso por caso.

Silva señaló que la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CPB por su sigla en inglés) había llamado dos o tres veces al día para solicitar pequeños grupos de personas que entran en ciertas categorías. El 1.° de mayo, por ejemplo, le pidieron a Silva que buscara madres solteras.

Eso también sucede en otros lugares a lo largo de la frontera, a menudo como resultado de la comunicación directa entre los funcionarios locales de CBP, abogados y grupos sin fines de lucro que ayudan a los solicitantes de asilo, según abogados de asilo y funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional. En otras situaciones, los abogados de asilo trabajan directamente con los funcionarios de CBP para identificar a los migrantes que cumplen con las excepciones humanitarias.

La madre y la hija que se encontraban en Senda De Vida, junto con otros migrantes considerados elegibles para cruzar ese día, se hicieron la prueba del coronavirus y luego se dirigieron a un autobús escolar, que los llevaría al puente peatonal. En el puente, la hija, con cubrebocas y una camiseta que decía “Solo buenas vibras”, lució una expresión de felicidad al mirar hacia Estados Unidos.

“Mi corazón late con fuerza”, dijo la madre mientras esperaba que los oficiales de Aduanas y Protección Fronteriza llegaran al punto del puente donde se tocan dos tipos de pavimento que separan a México de Estados Unidos. La madre y la hija se encontraron con familiares en Austin, Texas, más tarde ese día.

Temprano una mañana reciente, cinco migrantes se sentaron en un estacionamiento en Hidalgo, la mayoría de ellos esposados a otro migrante por la muñeca. Entregaron a los agentes fronterizos cualquier tipo de identificación que llevaran y metieron sus pertenencias —incluyendo agujetas, cinturones, relojes y celulares— en bolsas de plástico. Tres eran mexicanos y dos hondureños. Dos de los mexicanos estaban casados y venían a Estados Unidos en busca de una vida mejor; habían dejado a cuatro hijos menores de 12 años con su familia en su país.

Para todos ellos, excepto uno, no era la primera vez que eran capturados tras cruzar la frontera. Algunos tenían familiares en Texas y Minnesota.

Cerca de allí, el agente Jesse Moreno buscaba a un grupo de migrantes que intentaban evadir a la Patrulla Fronteriza, y detuvo a varios hombres en un negocio de almacenamiento en Hidalgo, Texas. Los hombres acababan de cruzar el río; sus pantalones de mezclilla estaban empapados hasta las rodillas.

Otro agente gritó: “¡Arrodíllense! ¡Arrodíllense!”, después de encontrar a otros inmigrantes del grupo escondidos debajo de un camión en el estacionamiento de un centro comercial adyacente. Un hombre dijo que era la cuarta vez que cruzaba la frontera.

La Patrulla Fronteriza aseguró que los hombres serían procesados en una estación local, donde los agentes registrarían su información personal y verificarían sus antecedentes, y luego probablemente serían enviados de regreso a México a través del puerto de entrada de Hidalgo.

También hay muchos migrantes que logran cruzar la frontera a escondidas y evadir la detección. Los agentes de la Patrulla Fronteriza se refieren a ellos como “fugas”. El gobierno de Biden ha calculado que casi 389.000 migrantes evitaron ser detenidos entre octubre de 2020 y septiembre de 2021. Los republicanos que critican las políticas de inmigración de Biden dicen que es muy probable que la cantidad real de migrantes que evitaron ser detenidos sea mucho mayor.

Muchas personas que han estado cruzando la frontera sur en los últimos años se entregan rápidamente. Los agentes las llaman “entregas”; muchos constituyen familias.

Uno de los puntos de cruce más concurridos en el Valle del Río Grande se encuentra en Roma, Texas, una ciudad histórica de casi once mil habitantes, con sitios que se asientan sobre acantilados de arenisca con vista al río Bravo. Una tarde del mes pasado, antes de que oscureciera, un grupo de agentes de la Patrulla Fronteriza contempló la impresionante vista, incluyendo una sección del río donde los grupos de migrantes a menudo nadan hacia Estados Unidos en las primeras horas de la mañana.

Esa misma semana, un grupo de migrantes salió del río por el lado de Texas y entró en una propiedad privada, siguiendo un camino sinuoso y arenoso hacia los soldados de la Guardia Nacional de Texas y los agentes de la Patrulla Fronteriza que esperan esas llegadas.

Mojados tras cruzar el río, los migrantes presentaron documentos cuidadosamente guardados a los agentes de la Patrulla Fronteriza, que habían instalado una oficina improvisada con un escritorio y sillas en el camino sin pavimentar que conecta el río con el pueblo.

Decenas de personas hacían fila esperando su turno para hablar con un agente. Nadie intentó escabullirse; todos permanecieron en silencio.

Normalmente, los funcionarios federales de la frontera separan a los migrantes en categorías para agilizar las horas de trámite que los esperan. Los niños que llegan sin padre o tutor van a una zona; los demás se agrupan por nacionalidad. Los migrantes adultos de México y Centroamérica pueden ser expulsados rápidamente en virtud de la norma de salud pública de la pandemia.

Algunos migrantes —de Cuba y Nicaragua, por ejemplo— suelen ser procesados en el país a la espera de los procedimientos de expulsión que muy probablemente no tendrán lugar durante meses o años.

Una vez que los agentes han procesado a todos, trasladan a los migrantes en autobús a un edificio de Aduanas y Protección de Fronteras donde hacen más filas y responden más preguntas. Algunos pueden permanecer ahí varios días antes de que los funcionarios decidan si pueden quedarse o no, al menos por ahora, en el país.

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