Estimado lector/lectora: Cuando me senté a escribir estas líneas, iba a abordar uno de los temas a los que cotidianamente recurro. Sin embargo, de pronto decidí no hacerlo. ¿Por qué razón? Te cuento. Cotidianamente llevo un conteo de los artículos que me son publicados, para fines de control de archivos. Así pues, al empezar a … Leer más
Estimado lector/lectora:
Cuando me senté a escribir estas líneas, iba a abordar uno de los temas a los que cotidianamente recurro. Sin embargo, de pronto decidí no hacerlo. ¿Por qué razón? Te cuento.
Cotidianamente llevo un conteo de los artículos que me son publicados, para fines de control de archivos. Así pues, al empezar a teclear caí en la cuenta de que la presente es la edición número 300 de IMaginAccióN (columna que, por cierto, se inició con otro nombre).
En mi mente me repetí: “Órale, qué aguante me tienen, ¡300!”
Y ya picado por la curiosidad, me pregunté desde cuando había empezado a colaborar para el entrañable AM de Querétaro.
Tras hurgar en mis archivos más “viejitos” descubrí que, previo a los de esta columna, ya había escrito 177 artículos para este diario. Sumados a los 300 que ya refería, se acercan al medio millar. Estamos hablando, en específico, de 477.
Sintonizado ya de plano en la frecuencia de la nostalgia, me planteé una segunda pregunta: ¿cuándo escribí mi primera columna? Una vez más, de acuerdo a mis registros, mi primera colaboración data del 26 de julio de 2004. Es decir, hace 11 años con 10 meses.
Si la memoria no me falla, en el 2004 este periódico tenía apenas dos años de existencia. Una de mis queridas exalumnas de la carrera de Comunicación del Tec de Monterrey, de nombre Mónica Fosado, laboraba entonces aquí. Un día me comentó que se iba a iniciar una sección dedicada a temas empresariales y me hizo ver que estaba interesada en que escribiera allí una columna.
No lo pensé demasiado, le dije que sí y bauticé mi espacio con el nombre de “Bazar de Utopías”. Si bien nunca he ejercido el periodismo como oficio, siempre lo he llevado en la sangre, empezando por el club de periodismo de la secundaria y pasando por un periódico que mis amigos y yo editábamos en nuestros ratos libres, cuando estábamos en prepa.
A la hora de decidir qué carrera estudiar, no me fue nada difícil escoger Ciencias de la Comunicación, la cual estudié en Monterrey. En mis tiempos de alumno del Tec, fui reportero de Panorama, el semanario del campus y durante una temporada escribí la columna ‘Tec-Noticias’ en Diario de Monterrey, uno de los periódicos locales, hasta que me recibí.
Aún como estudiante, uno de mis veranos la hice de reportero aprendiz en el diario “El Mercurio”, en Ciudad Victoria, la capital tamaulipeca. Años después vendrían una maestría en periodismo y un doctorado en comunicación organizacional.
Ya en Querétaro, trabajé en el Tec, en donde escribía la columna “Certezas Aleatorias” en Informatec, el periódico del campus, del que también formaba parte del consejo editorial. Cuando era alumno de doctorado en la Universidad de Ohio, escribí varios artículos en The Post, a través de los cuales planteaba mi visión como mexicano sobre algunos temas del momento, entre ellos NAFTA, el largamente discutido tratado de libre comercio México-Canadá-Estados Unidos.
Regresando a ‘Bazar de Utopías’, que luego cambió de nombre, dicha columna apareció en 106 ocasiones en estas páginas, entre el 2004 y el 2008. Le siguió ‘Andamio de Realidades’, un espacio semanal que se publicó en 71 ocasiones entre el 2009 y el 2010.
En el 2010, se inició ‘Valor Agregado’, una sección empresarial para la que seguí escribiendo semanalmente. En mi primer artículo en dicho espacio, publicado el 14 de junio de 2010, me referí a Kyosei, la apasionante filosofía japonesa de negocios….Y así, con diferentes temáticas, semana a semana.
Como articulista, no recibo una remuneración económica, ni nunca la he buscado. Lo que me anima es responder a la confianza de los editores dándole vida a este espacio, escrito en lenguaje coloquial y dedicado a una modesta reflexión sobre temas de desarrollo humano, bienestar y calidad de vida, matizado por mi experiencia como consultor y docente universitario.
Hablando de los editores, a lo largo de las diferentes etapas he mantenido contacto con varios, quienes amablemente se encargan de que mis textos lleguen a la comunidad. Expreso mi cordial agradecimiento a Claudia Hernández, Jefa de Información de este diario, el cual hago extensivo a Priscila Martínez, Toño Valdivia y Juan José Arreola, quienes en su momento le dieron cabida a buena parte de mis colaboraciones. También le mando un fuerte abrazo a la Jefa de Redacción, mi admirada Malena Hernández, de quien tengo el orgullo de haber sido su profesor en el Tec.
Sin embargo, mi mayor reconocimiento es para aquellos interlocutores leales y anónimos que sistemáticamente me impulsan: los amigos lectores.
En lo que a mí respecta, aquí seguiré mientras se me siga dando la oportunidad. ¡Al pie del cañón y con el entusiasmo de siempre!
(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa