Estábamos en el edificio de Aulas IV en el Tec de Monterrey Campus Estado de México, esperando a nuestro profesor de Seminario de Contabilidad Administrativa. Jueves a las 07:00 horas. De pronto, uno de los compañeros, nuestro querido amigo ‘el Ufo’ Carstens empezó a gritar “¡Está temblando, está temblando!”. En realidad el sismo fue prácticamente imperceptible en los rumbos del Lago de Guadalupe, así que, una vez que los pocos que le siguieron la corriente se dieron por vencidos y regresaron al salón, empezamos la clase.

Al salir, a las 08:30 horas, muchos compañeros que llegaban a clase a esa hora nos empezaron a contar de un macrosismo que había derrumbado una gran cantidad de edificios, de que no había transmisiones de TV, y se hablaba de miles de muertos en el entonces Distrito Federal y zona conurbada. Nosotros no teníamos ni idea de qué había sucedido.
Hubo un par de videos que se volvieron clásicos: el del noticiero matutino y otro que es un registro de la transmisión espontánea que hizo Jacobo Zabludovsky desde las calles de la Ciudad de México, por medio del teléfono de su auto.

No tengo el dato de cuántos teléfonos celulares había en la México ese 19 de septiembre de 1985, pero lo que sí es un hecho, es que uno de los pocos que había fue la fuente de información casi única de la tragedia que se vivió en esos momentos. Evidentemente, la caída de líneas telefónicas dificultó la transmisión y la comunicación fue prácticamente imposible; los radios CB fueron la alternativa.

Hoy, 32 años después, cuando más de 65 millones de mexicanos usamos internet, literalmente no había un reportero describiendo con sus palabras la situación. Hoy hubo millones de mexicanos que ayudaron a salvar vidas, a informar sobre situaciones de gran riesgo y peligro, y dieron a conocer a México y todo el mundo, los estragos que otra vez en tan corto tiempo, la fuerza de la naturaleza provoca en nuestro país.

Oremos por las personsa que están sufriendo, por los fallecidos, y también por aquellos que sabemos que no se han tentado el corazón para aprovecharse de esta triste situación y causar más daño a sus semejantes que el ya sufrido.