Arturo Ochoa
@ochoarti
En los últimos días, Querétaro se vio afectado por lluvias intensas. El problema es recurrente, pero la solución no es clara. Cientos de personas fueron afectadas gravemente. Perdieron enseres o sufrieron daños estructurales en sus viviendas que les costará, tal vez, meses subsanar. Una vialidad se debilitó y socavó poniendo en riesgo vidas humanas. Las malas noticias empezaron a circular de inmediato, al momento que llovía copiosamente, a través de redes sociales. Fotógrafos, camarógrafos y reporteros nos movilizamos para obtener la información, la evidencia de la catástrofe.
Las imágenes eran impactantes, algunas dolorosas, otras confusas, pero siempre veraces. No se podían inventar daños. Las fotos de las personas vulneradas y sus propiedades no solo servían para vestir una nota o un post en Facebook; era un fiel espejo de los alcances que puede tener un fenómeno natural que esperamos y que parece que no estamos preparados para enfrentar.
En esta casa editorial tenemos la firme convicción de hacer de Querétaro un lugar mejor, uno donde se enaltezca la dignidad humana de todos los individuos y, a través de la información oportuna, seamos capaces de tomar mejores decisiones. Los fotógrafos que tenemos la fortuna de colaborar con este medio tenemos la responsabilidad de trasladar la noticia al espectador. Una noticia veraz y oportuna, pero también crítica que amplíe nuestras nociones de lo que vale la pena mirar y de lo que tenemos derecho a observar. Hubo un caso, de un miembro de este equipo, un fotógrafo que acompañó a una familia desde el amanecer, haciendo foto, retratando su dolor y angustia por los daños en su hogar. La foto estaba lista, era clara y contundente, pero podía hacer más.
Puso la tapa en la lente y guardó la cámara y ayudó con ambas manos a levantar bajo los escombros de una pared derribada, los restos de una casa.