Paul Krugman
A medida que el 2018 se acerca a su fin, estamos viendo muchos artículos sobre el estado de la economía. Sin embargo, a mí me gustaría hablar de otra cosa: el estado de las ciencias económicas, al menos en lo que respecta a la situación política. Ese estado no es bueno: la mala fe que domina la política conservadora a todos los niveles está infectando también a los economistas de derecha.
Esto es triste, pero también es patético, porque incluso mientras los economistas que alguna vez fueron respetados se humillan frente al trumpismo, el Partido Republicano está dejando cada vez más claro que sus servicios no son requeridos, que solo deben postularse los escritorzuelos.
Lo que hay que saber al hablar de ciencias económicas y política es que en el Estados Unidos moderno hay tres tipos de economistas: los economistas profesionales liberales, los economistas profesionales conservadores y los economistas conservadores profesionales.
Por “economistas profesionales liberales” me refiero a los investigadores que tratan de entender la economía como mejor pueden, pero que, siendo humanos, también tienen preferencias políticas que, en su caso, los colocan a la izquierda del espectro político estadounidense, aunque por lo general solo se posicionan modestamente en la centroizquierda. Los economistas profesionales conservadores son su contraparte de la centroderecha.
Los economistas conservadores profesionales son algo totalmente distinto. Son personas a las que incluso los profesionales de centroderecha consideran charlatanes y cascarrabias; se ganan la vida haciendo como que se dedican a las ciencias económicas, a menudo de manera incompetente, pero en realidad son solo propagandistas. No… no existe de hecho una categoría homóloga en el otro extremo, en parte porque es mucho más probable que los multimillonarios que financian dicha propaganda pertenezcan a la derecha, más que a la izquierda.
No obstante, permítanme hacer de lado a los charlatanes por un momento y hablar sobre la gente que al menos solía aparentar que realmente estaba tratando de poner en práctica las ciencias económicas.
¿Las preferencias políticas de los economistas dan forma a su investigación? Sin duda, afectan la elección de su tema: es más probable que los liberales estén interesados en el aumento de la desigualdad o las ciencias económicas del cambio climático que los conservadores y, siendo como es la naturaleza humana, algunos de ellos –bueno, de nosotros– en ocasiones desarrollan el razonamiento motivado, y llegan a conclusiones acordes con sus políticas.
Sin embargo, solía creer que dichos lapsos eran la excepción, no la regla, y que los economistas liberales que conozco evitarían caer en la medida de lo posible en esa trampa, y se disculparían si ello ocurriera.
¿Los economistas conservadores hacen lo mismo? Cada vez más, la respuesta parece ser no, al menos para aquellos que ocupan un lugar preponderante en el discurso público.
The New York Times