Israel se paralizó un momento esta semana para regresar los restos del sargento Zachary Baumel, un soldado que murió en combate en 1982. Esto sucedió en medio de la elección más fuertemente disputada que ha tenido el país en décadas y en la que hay varios temas importantes en juego: la probidad del gobierno, las relaciones con la Diáspora, los límites de la iniciativa del asentamiento, la posibilidad de paz.
Hay cuestiones más importantes. Mantener la fe de los caídos y los afligidos es una de ellas.
Cualquiera que haya vivido en Israel lo entiende. Se trata de un Estado joven que improvisa y está asentado sobre una civilización antigua y profunda. En el corazón de la civilización está la memoria común. Las elecciones vienen y van; la memoria crece. Es para la vida cotidiana lo que la geología para la flora y fauna: le da bases, la moldea, hace que se mueva lentamente y que crezca a pesar de todo. La memoria es la verdadera tierra de Israel.
El Gobierno israelí pasó 37 años buscando los restos de Baumel en Siria y negociando su recuperación con la intermediación de Rusia. El país siempre pasará por esfuerzos similares para traer de vuelta a otros soldados caídos en manos extranjeras. Esa es la base del contrato social del Estado judío. Tal vez no pueda mantener a salvo a su gente, mucho menos enriquecerla, pero nunca la olvidará ni la abandonará.
Eso es algo que también hay que considerar tratándose de la elección. El mes pasado en Washington entrevisté a Benny Gantz, el ex jefe de personal de las Fuerzas de Defensa de Israel que ahora lidera el Partido Azul y Blanco, el principal contendiente de Likud, el partido de Benjamín Netanyahu.
Gantz no comunica una agenda política tanto como sí expresa una personalidad y una actitud. Es un israelí de la vieja guardia: seguro, directo, modesto; un hombre que intenta, pero que no siempre logra, esconder su calidez. En nuestra entrevista se describió a sí mismo como un defensor a ultranza de la seguridad y un “capitalista moderado”, pero que fuera de eso su ideología trata principalmente de no tener ninguna.
La entrevista en sí no tuvo nada de especial. Gantz llevaba una ligera delantera en las encuestas en aquel momento (ahora está en un empate, aunque el resultado de la elección dependerá de cómo les vaya a los partidos más pequeños que formaron una coalición) y parecía estar cuidándose de no decir nada que lo fuera a meter en problemas. A continuación lo más sobresaliente, resumido con fines de claridad.
Sobre Netanyahu: “Muy inteligente, un buen gestor, un buen político. Es lo que a muchos israelíes les gustaría ver [en un primer ministro]. En los últimos cuatro o cinco años, algo le pasó. No sé qué pasó. Es inexplicable”.
Sobre el Estado palestino: “Israel necesita seguir siendo un país sionista con una mayoría judía en un sistema democrático. En última instancia, los palestinos deberían tener algún tipo de independencia”.
Sobre los espacios de oración igualitarios: “El Muro de las Lamentaciones es lo suficientemente grande para todos”.
Sobre las necesidades de seguridad de Israel en relación con los palestinos: “Deberíamos mantener la seguridad en un perímetro exterior [en las áreas palestinas]. Implementar la seguridad al interior. De no hacerlo, pondremos en peligro a los mismos palestinos. Las economías al final deberían fusionarse”.
Sobre la relación con Estados Unidos: “Compartimos los mismos valores y principios morales y tenemos los mismos intereses. Esta es la opinión en ambos bandos”.
Sobre si trabajaría en una coalición con Netanyahu, ya sea por encima o por debajo de él: “No”.
En cuanto a en qué se diferencia su partido del de Netanyahu: “Tenemos izquierda y derecha; religiosos y seculares; drusos; mujeres ultraortodoxas. La unidad es muy importante. No podemos estar de acuerdo en todo, pero debemos estar de acuerdo en lo estructural… Actualmente, Netanyahu vive de esta separación [entre varios grupos israelíes]. Yo hablo de mis prioridades, pero les hablo a todos. Él apela a sus bases”.
Esa última observación es el punto clave. En muchos sentidos, Israel ha desafiado las expectativas y le ha ido bastante bien en la última década. Y esto en buena medida se debe a Netanyahu.
No obstante, esto ha sucedido a costa de aumentar la división entre los judíos israelíes y los estadounidenses, y las intensas divisiones entre los judíos ortodoxos y los que no lo son. Además de las divisiones amargas entre los israelíes judíos y los que no profesan esa religión, y entre la derecha dura y todos aquellos a los que considera vendidos, un grupo cada vez más numeroso cuando uno practica la política de los lealistas contra los traidores, en contraste a la política de los amigos y los amigos en potencia.
Ninguna de estas disputas es sobre los enemigos de Israel, que son reales, mortales y crecen en cantidad. Sin embargo, las disputas se han vuelto enemigas por sí mismas. Israel tiene el poder suficiente para derrotar a cualquiera de sus adversarios regionales, en casi cualquier combinación. También puede sobrevivir el reto de los palestinos y el binacionalismo. Que pueda sobrevivir a su propio descenso a un tribalismo sectario e ideológico es otra cosa.
Por esta razón, el regreso de los restos de Baumel parece tan propicio en este momento. Los analistas políticos de Israel piensan que ayudará a las posibilidades de reelección de Netanyahu, en vista de que lo hace ver más capaz y digno como estadista.
Yo no estaría tan seguro. La corta vida, trágica muerte y disputado retorno de Baumel son poderosos recordatorios de todos los lazos que todavía unen al Estado judío, a pesar de todas las diferencias. Son lo que alaba la candidatura de Gantz, ya sea que en esta ocasión gane o no.
The New York Times