Donald Trump estaba seguro de que esto de la política exterior iba a ser fácil y obvio. En su opinión, era evidente que Barack Obama carecía de las cualidades necesarias para ponerles un alto a Irán y a Corea del Norte. Pero no había nada que temer: Trump le demostraría a todo el mundo cómo hacerlo.
A los norcoreanos les dijo que, si Estados Unidos se veía obligado a defenderse y a defender a sus aliados de un ataque con misiles, no le quedaría “más remedio que destruir por completo a Corea del Norte”. En cuanto a Irán, tuiteó: “Si Irán quiere pelear, será el fin oficial de Irán”.
¡Qué susto, el fin oficial de Irán! ¿Y eso qué significa? ¿Lanzaremos un arma nuclear en Irán, un país con ochenta millones de habitantes? ¿Dejaremos a Corea del Norte con tanta radiación que brille en la oscuridad, pero sin ocasionarles ningún daño a Corea del Sur, Japón y China?
En realidad, son expresiones que solo utilizaría alguien que desconoce por completo el poder militar y se ha fabricado una idea exagerada de lo que este puede lograr. Esas frases solo podrían salir de la boca de alguien que actúa como comandante en jefe… en un programa de televisión.
Claro que el simple hecho de preguntar qué significa un tuit de Trump ya es ridículo, pues es bien sabido que se dedica a escupir frases sin analizarlas a profundidad y nadie espera que convoque una sesión estratégica en la sala de crisis antes de hablar. Ese es el problema real.
Los casos de Irán y Corea del Norte han hecho patente la debilidad de tener un presidente que cuenta con los instintos correctos en algunos temas de política exterior (como la necesidad de confrontar a China en lo referente a los intercambios comerciales o el deseo de mejorar el convenio con Irán), pero que toma decisiones al vuelo, sin detenerse a pensar si cuenta con un plan bien reflexionado y metas claras, un equipo sólido de seguridad nacional para poner en marcha lo que quiere o una coalición amplia de aliados que puedan ayudarle a mantener una confrontación prolongada, y sin la menor consideración por la regla cardinal que aplicaba el exsecretario de Defensa Jim Mattis en todo conflicto armado: “El enemigo tiene voto”.
Desglosemos estas ideas. ¿Alguien sabe si la meta de Trump en el caso de Irán o Corea del Norte es, como preguntó Robert Litwak, el experto del Centro Wilson en países rebeldes, un “cambio transformativo del régimen” o un “acuerdo para transigir”, en cuyo caso tendríamos que renunciar a algo para obtener una concesión a cambio?