Corrigiendo ciudades

Dentro de nuestra vida cotidiana, existen pensamientos que pasan de generación en generación, como si fueran conocimientos absolutos. Pero basta recordar que somos seres pensantes, y si algo nos diferencia de los animales, es que necesitamos constantemente comprobar todo y corregirlo, tal y como es el método científico.

El urbanismo, la movilidad, la arquitectura y otras tantas disciplinas, toman elementos científicos y no están exentas de modificarse, por lo tanto, deberíamos de retroalimentarlas, mejorarlas y evaluarlas, para seguir avanzando, para mejorar la vida de los ciudadanos.

Pero es curioso, cuando a las personas se les comunica sobre nuevos proyectos de mejoramiento urbano, que contienen escala humana, sostenible, como por ejemplo: un cruce seguro, a nivel de piso, que no es de beneficio para el auto, sino con prioridad para el peatón, en esto, algunos “peatones” opinan, “¡No, por aquí deberían de pasar autos, a mí, hágame un puente elevado!”, es decir, dan como verdad, que el auto en la ciudad es la prioridad, y ellos, deben pasar a segundo plano.

Los que planean la ciudad la siguen diseñando a escala del automóvil, incrementando lo insostenible, acelerando el cambio climático, obesidad, delincuencia y la fragmentación de esta, consecuencias científicamente comprobadas.

Este cambio de diseño a lo sostenible no ha sucedido, porque políticos, funcionarios, no han visualizado el futuro, y han minimizado a la mayoría -60% según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)- de los individuos en las ciudades, que viajan a pie, bicicleta o transporte público.

Si algo existe, es el derecho a la ciudad de cada uno de nosotros dentro de ella. Todos, con o sin coche, aportamos al crecimiento económico de ese 80% de actividad económica que se mueve en nuestras ciudades, según el instituto Global McKinsey.

Nunca en nuestras familias, propaguemos ideas absolutas, todo cambia, todo se comprueba, todo se puede mejorar, pero siempre deberá mejorar, si las acciones dignifican a las personas y su calidad de vida, sobre las pertenencias.