Hace 50 años, muchos observadores de la religión estadounidense dieron por hecho que la secularización acabaría gradualmente con el cristianismo tradicional
Ross Douthat
Hace 20 años, el cristianismo parecía sorprendentemente resiliente y, por lo tanto, los eruditos cambiaron de opinión: tal vez haya una excepción estadounidense a las tendencias de secularización, o quizás una Europa secularizada fue la excepción y la tesis de modernidad igual a secularización estaba totalmente equivocada.
Ahora la situación ha cambiado una vez más y el nuevo consenso es que la secularización solo estaba rezagada y con el rápido colapso de la afiliación cristiana en el siglo XXI, ha llegado tardíamente un destino más europeo para la religiosidad estadounidense.
En Estados Unidos, el declive del cristianismo continúa a un ritmo acelerado”, decía el titular de una nueva encuesta sobre la religión en Estados Unidos del Centro de Investigaciones Pew del mes de octubre, que resumía un consenso compartido por los conservadores religiosos pesimistas, los anticlericalistas ansiosos y el tipo de periodistas lamentablemente incrédulos que sospechan que podríamos extrañar la religión organizada cuando se haya ido.
Las tendencias que han inspirado esta perspectiva son reales, pero las oscilaciones en el consenso en un periodo relativamente corto deberían inspirar prudencia en la interpretación.
Un importante calificador, apropiado para la semana de Halloween, es que el declive de las instituciones cristianas y el debilitamiento de la afiliación cristiana quizá están despejando el camino para las espiritualidades poscristianas –panteístas, gnósticas, sincretistas, paganas– en lugar de un nuevo tipo de ateísmo de la impiedad (el hecho de que ‘The New York Times’, ocasionalmente estereotipado como laico y liberal, esté proclamando la “cumbre de las brujas”, mientras que ‘‘The New Yorker’ ofrece un trato amable a la astrología milenial, sugiere cuán poco secular podría volverse el futuro de Estados Unidos).
Pero las posibilidades poscristianas no son el único motivo para calificar una narrativa de secularización.