En un mundo con múltiples cambios elegir carrera universitaria por afinidad no es suficiente
Paris Gómez
En el entorno actual, los jóvenes que buscan la mejor opción para su formación académica y profesional han comenzado a formular y dar respuesta a distintos cuestionamientos a los de hace algunas generaciones. Tiempo atrás, el proceso de elección de carrera profesional seguía patrones estandarizados.
Había una aceptación generalizada de la relevancia de una prueba de corte cuantitativo para clarificar el perfil de fortalezas y afinidades de los solicitantes. En dichos instrumentos vocacionales los candidatos daban respuesta a una serie de cuestionamientos globales que al final les entregaban un perfil generalizado.
Contar con los resultados del cuestionario entregaba a los jóvenes la seguridad de que un tercero daba fe del propio perfil. Con cierta certeza respecto al perfil vocacional, los estudiantes comenzaban a reunir datos sobre contenidos curriculares de diferentes programas académicos e instituciones que representaban una opción. Por descarte, elegían y emprendían un viaje transformacional que les permitiría, tiempo después, iniciar una vida productiva.
Hoy, las cosas han cambiado. Cada vez con mayor frecuencia los candidatos a programas universitarios muestran mayor claridad no solo respecto a lo que esperan que ocurra durante los años de universidad, sino también respecto a lo que desean hacer durante los primeros años de vida productiva para potencializar su vocación.
En un mundo en constante transformación como el nuestro, elegir carrera por afinidad disciplinar es insuficiente. Pero también comienza a no ser suficiente la perspectiva que proyecta en abstracto un ejercicio disciplinar aplicado. Hoy nuestros jóvenes no terminan su plan con la visión de una carrera de décadas orientadas a un único oficio. Lo que ocurre es que tenemos estudiantes sedientos de identificar nuevos problemas a los cuales dar solución.
Para este nuevo perfil, la oferta educativa y los modelos emergentes deben estar preparados para desarrollar potenciales. Los estudiantes podrán tomar decisiones basadas no solo en la satisfacción personal sino en la trascendencia. Así, estaremos impulsando una transformación del entorno educativo, pero sobretodo, una transformación social.