La pandemia del Covid-19 despertó la voracidad de los políticos, quienes aprovechando la ‘ganga’ que se les daba inflaron las ayudas
Pedro L. Jáuregui Ávila
El 5 de septiembre de 1993 cuando Colombia derrotó (5-0), a Argentina en el estadio Antonio Vespucio Liberti o Monumental de Núñez, o de River Plate, por la eliminatoria al Mundial de fútbol de los Estados Unidos 94, Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez, asistente del técnico Francisco Maturana, pronunció su célebre frase “nos jodimos (léase mejor fregar) Pacho”, no estaba muy lejos de la realidad. En ese instante, Argentina era subcampeón del Mundo, pero llegó el Mundial y Colombia fue eliminada en la primera ronda.
Los colombianos, como todos los latinos son ‘grandes’, sin haber crecido y despreciaron a sus rivales, la principal razón de la debacle. Después de 26 años, el campo de juego no es una cancha sino un país y el balón es un virus llamado corrupción, peor que el Covis-19.
No es nuevo, pero sigue golpeando a un pueblo, que por su ignorancia elige siempre a los mismo, porque si bien los nombres son diferentes, pertenecen en la mayoría de los casos al mismo árbol genealógico, en una evidente falta de memoria de ‘Locombia’ o ‘Polombia’, como llamó recientemente al país el presidente Iván Duque.
Y sí, por alguna razón nace uno que quiera ‘cambiar’ la historia, los que han ostentado el poder, hacen la fácil, lo asesinan, lo lloran por una semana, postulan a uno del clan y lo hacen elegir, como el nuevo Salvador.
La pandemia del Covid-19 despertó la voracidad de los políticos, quienes aprovechando la ‘ganga’ que se les daba inflaron las ayudas y los que fueron descubiertos le indicaron a su socio proveedor, que tenían que bajar el monto de la cotización, lo que hicieron, pero dejando seguramente un buen margen de ganancia o devolviendo los dineros entregados, por un supuesto error de dedo.
Otros hicieron contrataciones de funcionarios o licitaciones para obras cuando estaba prohibido. Ahora falta ver que va a pasar.
El Gobierno además dio el dinero a los bancos para prestarlos a los industriales, comerciantes o profesionales en lugar de hacerlo en forma directa, pero hay que robar o dar al que le sobra.