En los países, donde un grupo minúsculo maneja todo un conglomerado económico, las consecuencias han sido catastróficas
Pedro L. Jáuregui Ávila
Hace 30 años se dio a conocer el término Capitalismo Salvaje que fue refutado por los que hoy son los protagonistas del momento histórico que vive el mundo.
El Capitalismo Salvaje se define como una economía descontrolada donde los únicos perdedores son los países menos desarrollados, porque conlleva al aumento masivo de la pobreza, el crimen y el desempleo: coincidencias de nuestro presente.
El Capitalismo Salvaje dicho de otra forma es “un sistema que no reconoce a las personas como iguales, sino que busca la explotación del hombre por el hombre”, donde la pobreza acosa al ser humano no solo para quitarle lo que tiene sino también su futuro.
Maquiavélico, pero realista, con un factor extra, el virus del COVID-19, que tal como están las cosas, y teniendo en cuenta un principio periodístico, “piensa lo peor y acertarás”, no se puede descartar que fuera creado en un laboratorio.
En los países, donde un grupo minúsculo maneja todo un conglomerado económico, las consecuencias han sido catastróficas y los culpables, los del poder económico, han incitado a la mano de obra a caer en la trampa por eso el número de muertos se disparó en momentos cruciales y lo cruel, es que hasta el momento no ha fallecido nadie de la clase elite.
En Colombia, cuando está por comenzar la parte crucial, la clase obrera será lanzada la próxima semana a la calle para ver quién se gana la lotería de la muerte. La excusa es que se tiene que salvar la economía y para que ocurra tendrán que engrosar la fila una buena cantidad de miles de víctimas inocentes.
Igual sucedió en Brasil, Ecuador, Perú, Estados Unidos, Francia, Italia y México, mientras que en Venezuela la situación será peor porque un pueblo engañado por sus autoridades de que iban a tener un mejor mañana si cambiaba el capitalismo por el libro rojo hipotecó su pensamiento y su futuro porque los que llegaron resultaron ser peores que los que estaban.
Como colofón digamos que el mundo se juega sus últimas cartas y el naipe esta en las manos equivocadas. ¿Podremos salvarlo?