Nuestra Carta Magna rechaza toda forma de discriminación por origen étnico

Sergio Arellano

Una conversación por demás interesante rodea a nuestros pueblos indígenas.  En pláticas con la comunidad universitaria de la Universidad Autónoma de Querétaro, han sobresalido discusiones jurídicas que merecen un buen análisis. Una pregunta que puede ser el punto de partida es la siguiente: ¿alguien ha leído la constitución y la normatividad aplicable en este tema?

Más allá del reconocimiento a sus formas internas de organización, me gustaría hacer algunos apuntes. Empiezo destacando que nuestra Carta Magna rechaza toda forma de discriminación por origen étnico, en segundo término, se hace mención que, en nuestro país debe prevalecer una identidad cultural. ¿A qué me refiero? Que se deben implementar a través de las instancias gubernamentales y por parte de la sociedad en general, los mecanismos de aprendizaje que busquen una revalorización de nuestros orígenes.

El saber nuestras raíces genera pertenencia. En esto quiero hacer una pausa. Me detengo porque me preocupa que, en las mismas comunidades indígenas, a la fecha, no pueden compartir sus conocimientos porque no saben escribir. Al expresarse verbalmente y teniendo un acceso limitado a educación, ¿cómo pretendemos construir una identidad?

Por otro lado, y de forma desafortunada, los miembros de estas comunidades devalúan su valor entre la sociedad. Su trabajo es “regateado” y se les asocia con cierta inferioridad laboral desde una visión clasista y equivocada. En sintonía con esta primera reflexión, quisiera mostrarle estimada o estimado lector, que estructuralmente podemos ver una exclusión cuando, por ejemplo, se da por entendido que la lengua oficial mexicana es el castellano; por el contrario, al tener un sistema multicultural y con perspectiva de derechos humanos, todas las lenguas deben de ser practicadas.

¿Justificación? Por el simple hecho de ser reconocidas por el estado mexicano. Como podrán leer, las brechas sociales existen y en efecto, dividen a una población. El reto, consiste en poder asegurar una convivencia plural, imaginemos un engrane democrático que funcione con la participación de los 12 grupos en estado de vulnerabilidad e históricamente discriminados. Una verdadera política social que aparte del poder a quienes siempre han gobernado. En la exigencia de nuestros derechos, podemos hacer la diferencia.